Parecía la “revolución de los paraguas” en Hong Kong, en este caso no estaban allí para protegernos de los gases lacrimógenos, sino para resguardarnos de la lluvia que caía frente a uno de los muchos Ayuntamientos en que la población se había concentrado para manifestar su protesta por las sentencias, ya cocinadas y dictadas hacía meses, de los Tribunales de Madrid.
Tras la manifestación masiva me fui a tomar unas copas y tuve una interesante charla con las jóvenes generaciones, con las que me siento más acorde en pensamiento. Les explicaba que estábamos haciendo algo más que manifestarnos, estábamos haciendo una revolución pacífica que triunfaría porque era distinta de otras revoluciones.
Les mencionaba el ejemplo de las “primaveras árabes” que habían fracasado porque no eran auténticas revoluciones, eran revueltas y asonadas salidas de las mezquitas. Una revolución está fundamentada en unos ideales, en un nuevo paradigma mental, en un cambio de estructuras mentales.
La revolución árabe era una revuelta, una rebelión contra un sistema opresor sin alternativas intelectuales, sin una idea de cambio en la sociedad, una insurrección sin nuevas estructuras culturales y mentales. Las revueltas árabes sólo querían cambiar los regímenes pero no tenían un recambio de mentalidad, eran intifadas de los que no tenían nada que perder, pero tampoco tenían nada que ofrecer.
Una auténtica revolución tiene que tener ideales, filosofía, principios y una idea de lo que se quiere alcanzar. Insisto la revolución árabe fue una revuelta de los oprimidos, los marginados que sólo aspiraban a un cambio de régimen. Un ejemplo de revolución con ideales y con un pensamiento de lo que se quiere alcanzar fue Mayo del 68, que cambió muchos aspectos del mundo con la libertad, el feminismo, la ecología, etc.
Detrás de las manifestaciones en Catalunya hay una idea de lo que se quiere alcanzar, hay un país que ya está construido, hay unos valores, una bandera, un himno, un idioma, una historia, un pueblo trabajador y dispuesto a sacrificios por conseguir una entidad, hay una filosofía, un carácter emprendedor, una garantía ante Europa, y un pueblo moderno que sabe separar la religión de la política para convertirla en una creencia individual.
No se engañe, señor Rajoy, no piense aquello de ya se cansarán y se calmarán. Cuando un pueblo como el catalán emprende un objetivo no se cansa, no hay nadie que lo pare. No se engañe, señor Rajoy, la artimaña gallega de dejar pasar el tiempo no le sirve, porque mientras usted deja pasar el tiempo, aquí seguimos construyendo un país, preparándonos para el futuro. No se engañe, señor Rajoy, este no es un pueblo manipulado, aquí hay viejos con experiencia y sabiduría apoyados por unos jóvenes que saben muy claramente lo que quieren. Y ayer me lo decían ¿Sabe lo que quieren?: Construir un país nuevo, con nuevas esperanzas, con nueva educación e infraestructuras, con posibilidades de trabajar en lo que les gusta sin tener que irse a otro país. Crear una nueva nación porque la que tenemos, dependiendo de Madrid, está obsoleta.
No estamos haciendo una intifada, estamos mostrando nuestro poder que se manifiesta en la unidad del pueblo, en el derecho a votar, en el derecho a cambiar el sistema. Y lo estamos realizando desde la cultura y el sentido de la responsabilidad, de forma masiva que nos convierte en un escaparate en todo el mundo, donde comprenden mejor nuestras reivindicaciones que en España.