El pasado sábado, sobre las 23.45 de la noche cayó una bola de fuego en el centro de España, cerca de Toledo. Llegó a 75.000 kilómetros por hora y se hizo luminoso a 100 kilómetros de altura. Su luminosidad fue tan fuerte que pudo verse desde Andalucía, País Vasco y Barcelona. A 70 kilómetros de altura desintegró convirtiendo la noche en día. Su resplandor fue captado por las cámaras de la Red Española de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos, imágenes que se pueden encontrar en la Red.
Este nuevo suceso de produce cuando aún está en nuestra memoria la caída, el 15 de febrero, de un meteorito en Rusia, un suceso que afectó a 3.000 edificios y produjo 500 heridos. El meteorito de Rusia era mucho más grande, unos 17 metros de diámetro y un peso de 10.000 kilos.
No estamos sufriendo una “epidemia” de meteoritos. Pero ocurre que ahora tenemos una red de detección y los medios de información disponen de datos e imágenes. Creo que caen igual que siempre, pero ahora los captamos y, aunque caigan en el otro lado del mundo nos enteramos instantáneamente.
Cada día caen sobre la Tierra 5 ó 6 toneladas de meteoritos. Sin embargo, costó mucho para que los académicos admitiesen que caían piedras procedentes del espacio. Fue, hasta 1803, algo imposible para los hombres de ciencia. En la fecha mencionada cayó un meteorito en L´Aigle y empezó a considerarse por algunos científicos que esta posibilidad. Pero no fue hasta el 7 de noviembre de 1942, cuando cerca de Ensisheim, en Assace, cayo un meteorito de 158 kilogramos frente al emperador Maxiliano.
Solo hace 71 años que la ciencia ha considerado como una realidad el hecho que nuestro planeta se ve expuesto al bombardeo de meteoritos. El más importante de esos impactos recientes se produjo el 30 de junio de 1908 en Toungouska, que asoló los árboles de un bosque hasta 40 kilómetros de distancia de punto cero, que se produjo a 8.000 metros de altura.