Estoy trabajando en mi próximo libro sobre el cerebro y he tenido que desempolvar los textos de antro paleontología con los que estudiaba. No me han servido de mucho, hoy sabemos mucho más sobre ese kilo y medio que nos domina. La reflexión que hago viene a raíz de ese maestros Shaolin, – descrito por sus discípulos como místico, casi espiritual, licenciado en Humanidades, Antropología y Derecho, pero también iluminado – que presuntamente ha asesinado a varias mujeres. ¿Cómo puede suceder esto en determinadas personas?
En un capítulo del libro en que estoy trabajando, destaco que todos, absolutamente todos, estamos “tocados”. Todos padecemos, en mayor o menor grado, traumas, bloqueos, paranoias, fobias y manías. En Europa una de cada cuatro personas sufrirá a lo largo de su vida un trastorno mental.
Por otra parte, y esto es más grave, hay 60 millones de psicópatas en el mundo, 350 millones de personas con depresión, 60 millones de esquizofrénicos, incontables estresados y paranoicos, y sólo en Estados Unidos dos millones de individuos con Síndrome de Estrés Postraumático.
Muchas de estas enfermedades mentales desencadenan crímenes horrorosos y violencias inconfesables. ¿Son verdaderamente culpables estos individuos de lo que hacen? Ante la ley, indudablemente si, pero si hilásemos más finos veríamos que el culpable es el sistema. Hoy hay en el mundo 146 millones de niños que sufrirán en sus cerebros los efectos de la desnutrición que están atravesando. Esto les producirá un retardo mental, una conducta social diferente y otros efectos que pueden desencadenar enfermedades mentales.
Nuestro comportamiento depende mucho de nuestra química cerebral. Podemos ser amorosos si generamos mucha oxitocina, y violento si es adrenalina. Sabemos que una amígdala hiperactiva nos produce tendencias homicidas, y que el hipotálamo con sobre carga de acetilcolina puede producir conductas asesinas. Nuestro comportamiento depende de un cerebro normal. La desnutrición en la niñez, los traumas y bloqueos no somatizados, los defectos genéticos debidos al dopaje que han podido tener nuestros antepasados, marca nuestra conducta. En última instancia el sistema puede condicionar nuestra conducta.
Regresando al maestro Shaolin, se argumenta que padece un tumor cerebral. ¿Puede un tumor cerebral crear un asesino? En una sociedad muy avanzada se valoraría esta circunstancia por un tribunal médico, así como las causas de su aparición. Hoy sólo podemos juzgar un comportamiento que vulnera las leyes sociales de un sistema que crea locos.