Estas navidades el juguete preferido de los niños es un dron. Es un juguete económico, divertido que me recuerda al chiste de Eugenio en el que un padre le dice a otro: “Mi hijo se pasa el día haciendo tonterías”, el otro padre le responde: “Cómprale una bicicleta”, a lo que el primer padre alega: “¿Tú crees que con una bicicleta dejará de hacer tonterías?” y el otro le responde finalmente: “No, las seguirá haciendo, pero más lejos”.
El dron asegura que los hijos harán sus tonterías lejos, muy lejos, hasta quinientos metros de altura y puede que varios kilómetros, depende de la capacidad adquisitiva del padre y lo que esté dispuesto a invertir en este instrumento peligrosísimo.
El periódico El País “regala” un dron con sólo cuatro cupones de una cartilla y 59,95 €. Un dron de 4 hélices, led luminoso, giroscopio de control de vuelo y tecnología 2.4G que permite una larga distancia de control. Sépase que el mercado mundial de venta de drones ha alcanzado este año la cifra de 450 millones de dólares.
Los drones se han convertido en un peligro para la aviación civil ya que no se ha decretado una normativa del espacio aéreo por el que pueden volar. Personalmente estoy a favor de las ventajas que aportarán los drones: auxilio médico, búsqueda de personas perdidas en la nieve, mar o montaña, paquetería urgente en lugares inaccesibles, vigilancia de zonas prohibidas, lucha contra el terrorismo, pesca controladas, vertidos controlados, y un largo etc. Pero como todo descubrimiento nuevo tiene su lado oscuro: el reverso.
En el reverso se convierten en un peligro para las avionetas, pueden transportar droga y armas a interiores de cárceles, pueden retratar lugares privados para los paparazi, pueden interrumpir encuentros deportivos, hacerse pasar por OVNIS aterrorizadores, romper cristales de edificios y antenas, etc. Podría elaborar una larga listas, en la que daría ideas a los terroristas. Con los drones se pueden hacer, perdón por la expresión, virguerías.
Creo que hay que controlar su venta con un carnet, como la licencia de arma, porque el dron se puede convertir en un arma explosiva o incendiaria.
Insisto estoy a favor de los drones, pero requieren un control, son un juguete peligroso en las manos de un niño travieso. Cuando tenía 14 años, hoy la edad mínima para adquirir un dron, fabricaba cohetes cuyo combustible era pólvora que elaboraba personalmente, así como las mechas. En la huelga de los tranvías de Barcelona coloque uno de esos artefactos que fabricaba y descarriló el tranvía. Era un héroe ante los otros estudiantes, si hubiera tenido un dron, seguro que me habría convertido en super-héroe.