Los apocalípticos, las sectas y los cortos de entendederas nos amenazan con el fin del mundo el 21 de diciembre de 2012. Unos, los davidianos, construyen refugios cerca del Delta del Ebre, otros se agrupan en Bugarach (Francia), donde está la montaña que inspiró la película Encuentros en la tercera fase. Ni unos, ni otros tienen la más mínima credibilidad científica.
Es cierto que se acaba, en diciembre de 2012, uno de los calendarios mayas, pero aún hay otros calendarios mayas que siguen. Y lo que se acaba es un ciclo, no el mundo. Hay calendarios chinos tan antiguos como los mayas que continúan. ¿Quiere decir esto que el mundo se acaba para los mayas y se salvan los chinos? Esto de los calendarios es una auténtica especulación literaria.
Dicen los apocalípticos que un asteroide chocará contra la Tierra y ese será el fin. ¿Qué asteroide? Que yo sepa, y que sepa NEO (Near Earth Objects), no hay ningún objeto peligroso que pueda impactar con nosotros en esas fechas. Sólo un asteroide (2012DA14) de 50 metros de diámetro se moverá cerca de nosotros en febrero del 2013. Su impacto, en caso de encuentro, no superaría lo sucedido en Tunguska. ¿Otros objetos? Claro que hay otros asteroides peligrosos pero no tenemos que preocuparnos de su posible aproximación hasta 2023 y 2032.
Un impacto de un asteroide lo podemos tener en cualquier momento, hoy, esta noche, mañana. Igual que una estrella nova puede explotar, en cualquier momento, cerca de nosotros y acabar con la vida en la Tierra. El peligro más grande es nuestro propio Sol.
Estamos atravesando uno de los ciclos solares más importantes de los últimos siglos. A finales del 2012 y a principios de 2013 estaremos en el ecuador de este ciclo. El peligro de una catástrofe global es evidente, pero no parece que importe mucho a nuestros políticos, entre los cuales hay algunos que ni si quiera saben lo que es el ciclo un-decenal solar. Algunos países han tomado medidas en sus líneas de distribución eléctrica para evitar apagones como los de 1859 o 1989, este último afectó a más de 6 millones de personas en la zona de Quebec.
Las explosiones solares, estallidos clase X, producen eyección de masa coronaria solar, si estas eyecciones se producen orientadas hacia la Tierra, pueden interrumpir todas las comunicaciones, crear apagones eléctricos, destruir satélites artificiales y emitir radiaciones letales para la vida biológica en la Tierra.
Bien es cierto que no podemos hacer casi nada contra estas circunstancias. Atravesamos un periodo de incertidumbre en el que dependemos del astro que nos da vida y que también puede quitárnosla. Sólo han alertado sobre este hecho algunos científicos. Los políticos lo han omitido, las religiones también. Parece como si hubiera cosas más importantes que nuestra supervivencia en este planeta. Y no se trata de alarmar a la gente, pero mientras no tengamos una verdadera escala de valores, en que ciertos sucesos sean lo más importante, no alcanzaremos la madurez necesaria para considerarnos una civilización cósmica. ¿Acaso la economía mundial o la geopolítica o las elecciones políticas en ciertos países, son hechos más importantes que nuestra salud y supervivencia? ¿No tendrá efectos catastróficos en nuestras economías una fulguración solar que neutralice nuestras redes eléctricas? ¿Se han considerado los efectos que esas interrupciones en varias redes y centrales eléctricas pueden tener en las centrales nucleares? Parece como si no hayamos aprendido nada de Fukusima o Chernobil. La metáfora del Cisne Negro, de Nassim Nicholas Taleb, sigue planeando sobre nosotros. Esta metáfora se refiere a los sucesos altamente improbables pero cuyas repercusiones son enormes. Es decir, hechos excepcionales que jamás se hayan producido en la historia reciente, que resultan difíciles de pronosticar e incluso que son descartados por las estadísticas. Una eyección solar letal no se ha producido en la historia reciente, desconocemos si alguna de las cinco extinciones que ha sufrido nuestro planeta ha tenido como detonante un hecho de este tipo.
La tormenta “solar perfecta” no es improbable, estadísticamente es incalculable, puede y no puede acaecer, entraña dificultad en pronosticar debido a los escasos datos estadísticos que poseemos sobre los ciclos solares.
Pero no se descarta, no es improbable y sus repercusiones pueden ser enormes.
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