La última prisión: la ignorancia

septiembre 21st, 2012

Es la segunda vez que me dirijo a los más jóvenes alentándolos, esta vez a que adquieran conocimientos. Los políticos, el sistema, no están estimulando a la gente joven para que se forme, para que estudie, para que adquiera más cultura, prefieren tener rebaños de mansos corderos paciendo y balando atolondradamente. De ahí los recortes en la educación, la cultura y la investigación y las trabas para acceder a la Universidad.

Se que leer requiere hábito. Pero instruirse y adquirir conocimientos es explorar el universo que nos rodea con el fin de crecer, nosotros mismo, interiormente.
Mientras más exploramos lo que nos rodea más crece nuestra fascinación y curiosidad extraordinaria. Más conexiones neuronales se crean, más evoluciona nuestra mente.

Resulta difícil llegar al final de una vida sin descubrir que se ha malgastado. Se malgasta cuando se vegeta, se desprecia la cultura, se pierden las horas entre el tedio y el aburrimiento, se navega en la incultura.
El sistema, equivocadamente, os alientan para competir, ganar dinero y prestigio, os engañan con falsas recompensas materiales y os impulsan a tener relaciones humanas profanas como únicos propósitos de vuestras vidas.

Vivir es comunicarse inteligentemente, viajar y transmitir los conocimientos adquiridos en los viajes y la lectura, tener una opinión del mundo, del misterio de nuestra existencia. Sólo así conseguiremos crecer interiormente y transcender a lo que somos.
La formación y la educación son hechos permanentes. Hay que empezar muy fuerte y no detenerse nunca, hay que continuar toda la vida. Somos libres cuando tenemos conocimientos. Carecer de formación y conocimientos es caer en tedio, la rutina, el aburrimiento y volver hacer hoy lo que se hizo ayer.

Dice Humberto Eco en “El péndulo de Foucault” que no vayamos a sitios donde piden dinero por enseñar, que los sitios auténticos son aquellos donde se recibe sin pedir nada a cambios. Creo, como Eco, que el conocimiento no se puede enseñar a cambio de dinero. ¡Cómo se puede pagar por algo que es patrimonio de toda la humanidad! Debería ser gratuito. Lamentablemente no lo es.
Sinceramente creo que hay que dedicar la vida a las obras que han de quedar, a las grandes ideas, a los efectos verdaderos. Si no os informáis quedaréis reducidos a no hacer otra cosa que mover piedras. La información hoy es compleja, arraigada al sector de la ciencia y la tecnología. En muchos aspectos no somos víctimas de lo imprevisible, sino de lo que se nos asemeja, y si se nos asemeja el desinterés, la apatía y la desidia, eso es lo que recogeremos. El que carezca de un mínimo razonable de conocimientos se verá condenado a no comprender muchos aspectos de nuestra sociedad y del universo en que vivimos. Y eso ocurrirá, no dentro de veinte años, sino mañana mismo, ya que los adelantos en la ciencia, la medicina, la informática, la psicología y todas las disciplinas del saber, forman parte de una progresión geométrica imparable, quién no esté en ella, no sólo no comprenderá el mundo, sino que tampoco se comprenderá a sí mismo.

Comentarios desactivados en La última prisión: la ignorancia

No me interesa lo que me explicas

septiembre 19th, 2012

En algunos centros científicos los investigadores llevan unas camisetas que rezan: NO ES QUE TENGA DEFICIT DE ATENCIÓN, ES QUE NO ME INTERESA LO QUE ME EXPLICAS. Creo que terminaré imprimiéndome una camiseta con este lema. Habermas señala que la comunicación debe hacerse la presunción de un significado idéntico, porque, de otra forma, la comunicación no puede darse; ni siquiera comenzar. Ideas y lenguaje tienen que estar al mismo nivel y ser recíprocos. Hay personas que no lo entienden así, y sólo tienen necesidad de ser escuchados.

La necesidad de hablar es fundamental, hay gente que intenta hablar hasta con los sordos. El triunfo de los teléfonos móviles está en que se pueden largar tonterías sin necesidad de saber la cara de escepticismo que pone la otra persona al otro lado de la línea. El lenguaraz, sigue lanzando su retahíla a veces sin pensar si le escuchan o no, se limita, de vez en cuando, a lanzar un “¿me oyes?” para asegurarse que aún estás ahí. La distancia y la falta de imagen permiten tirarse de los pelos y resoplar, mientras te endosan un discurso que no te interesa lo más mínimo. Hasta que cuelgas y cuando te llaman nuevamente mientes diciendo: “estoy….túneles…pasando túne…”, y cuelgas de nuevo. Es un resabiado truco pero te libras del plomazo…un tiempo. Sería terrible dejar sin teléfono portátil a estos campeones de la verborrea, sería como dejar a Ratzinger sin Satanás para intimidar a los fieles. No puedo ni imaginarme a dos profesionales del cotilleo y el chisme colocando su verborrea por teléfono, deben ser como los Testigos de Jehová y los Hare Krishna intentando convencerse mutuamente.

Estos locuaces cargadores del oído ajeno se dividen en varios tipos: los que hablan de la vida de los demás (cotillas); los que sólo hablan de ellos mismos (ególatras); los que te enumeran toda una serie de patologías propias y ajenas (hipocondríacos); y los que te cuentan, ya transcurridos 30 ó 40 años, sus aventuras en la mili como lo más importante de su vida (tontos de capirote). Finalmente destacaría aquellos que cuando hacen una pausa, uno se pregunta, “¿De que narices me está hablando esta persona?” (Síndrome de Williams en el que la conversación es locuaz pero sin consistencia). De verdad vale la pena hablar para explicar hechos mundanos, profanos, tonterías o las vidas de los otros. Se ve que sí, ya que hay gente que le fascina la vida de los demás, la ilusión de que se les escuche, les aburre la soledad, único lugar dónde uno puede reflexionar sobre si mismo, la vida, el universo y otros temas sin que nadie te manipule el pensamiento.

Los hay que se repiten monótonamente en discursos machacones y angustiosos, resoplando sus pensamientos incoherentes, epidérmicos y puramente inconscientes. Insisto, no es que tenga déficit de atención, es que no me interesa lo que mes explicas.
Como decía Valéry: “a mí qué me importa que la marquesa tome el té a las cinco”.

Comentarios desactivados en No me interesa lo que me explicas

Estupidez y políticos

septiembre 13th, 2012

Me pide un amigo a quién no puedo decepcionar, y que aborrece a los estúpidos, que escriba algo sobre la estupidez y los políticos, y me remite el principio de Hanlon, que destaca “Nunca le atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez” y concluye que estamos gobernados por ineptos…pero muy ineptos.

Se ha escrito tanto sobre estupidez/políticos, y sin embargo como destaca Camus “…la estupidez insiste siempre”. Entre los libros de mi biblioteca hay varios sobre la estupidez; el “Puntuario de la estupidez humana”, del filósofo Savater; la “Historia de la estupidez humana” de Paul Tabori; “Sobre la estupidez” de Lowenfeld; “L´homme stupide” de Richet; “A short introduction to the history of human stupidity” de Pitkin; “Historia cultural de la estupidez” de Ráth-Vegh; “Sobre la estupidez” de Musil; y “La estupidez” de Glucksmann”. Casi todos hacen referencia a los políticos.
Con todo este material debería decir algo riguroso sobre la estupidez, pero es un tema, especialmente cuando se mezcla con la política que cada día me sorprende más.

Mi consejo primordial es que no nos rodeemos de estúpidos, los pensamientos inteligentes pueden resultar estúpidos si el marco en que se mueven es estúpido. Pienso que si estás rodeado de gente estúpida ya es malo, pero si te dejas gobernar por ella aún es peor. Un día habrá que hacer un balance sobre los estúpidos que nos han gobernado, será enciclopédico. También habrá que preguntarse por qué los intelectuales no han querido nunca el poder y entrar en política, otro día hablaré de este tema.
Sépase, como orientación, que el estúpido está muy solicitado en las reuniones mundanas. Incomoda a todos pero proporciona temas insulsos de conversación entre otros estúpidos. Al estúpido lo conocerás porque está rodeado de ceremonial, ofrece opiniones vacuas y rutinarias sobre todos los temas, viste como un empleado de sastrería del Corte Inglés, se considera un triunfador y está cerrado en sus viejos confines. Generalmente no crea nada, pero lamentablemente procrea.

Para finalizar Robert Burton, que como yo no cree en la felicidad, escribe una frase magistral en su “Anatomía de la melancolía”: Ser estúpido, egoísta y estar bien de salud, he aquí las tres condiciones que se requieren para ser feliz. Pero si os falta la primera, estáis perdidos.

Comentarios desactivados en Estupidez y políticos

¿Qué hay de lo mío?

septiembre 12th, 2012

He seguido con interés los discursos de los candidatos y teloneros a la presidencia de los Estados Unidos. Los discursos de los republicanos han sido mensajes patrioteros, al antiguo estilo y repletos de viejos valores que sólo seducen a los más fanáticos, intransigentes y chauvinistas, aquellos que sienten orgullo por ver partir a sus hijos a lejanas guerras basadas en oscuros intereses. El hecho que el mejor discurso, que más ovaciones tuvo, fue el de Harry el Sucio (Clint Eastwood), ya nos dice algo del carisma que puede tener Mitt Romney.

Tanto los discursos de los demócratas Obama, Michelle Obama y Bill Clinton fueron magistrales, más de 45 minutos cada uno, sin tener que recurrir a leer de ningún apunte, improvisando, cosa que los políticos españoles son incapaces de realizar. Unos discursos en que podríamos recoger cientos de frases llenas de contenido, con un mensaje que humedeció los ojos de los asistentes a la convención en Charlotte y los millones de seguidores a través de las cadenas de televisión.
Saber transmitir un mensaje con sus frases adecuadas es básico, también cumplirlo. Kennedy era un gran comunicador. Churchill un gran estadista que arengó a los británicos con aquel “Sangre sudor y lágrimas”, y Martín Lutero King movilizó a la gente de color con “He tenido un sueño”.

Eso me rememora las frases que nos han legado nuestros políticos. El famoso “Puedo prometer y prometo”, expresado con gran convicción por Adolfo Suárez. O Felipe González diciéndole con su acento andaluz a la oposición:”Por consecuencia, ustedes no tienen credibilidad”. Aún recuerdo aquel grito chusquero de “Se sienten, coño”, ordenado, pistola en mano, por Tejero. Luego vinieron los reiterativos y simplones argumentos de Aznar, gritando como un vendedor de un zoco sus continuos y provincianos “Váyase, señor González” y “España va bien”.

En Catalunya Tarradellas llegó con aquel inolvidable “Ja soc aquí”, y Jordi Pujol, cuando una pregunta de la Prensa no le gustaba contestaba aquel “Això no toca!”. Me destornillaba de risa cada vez que Arzalluz decía aquello de “Cada vez que voy a Madrid me pica todo el cuerpo”.
Ahora la frase de moda, la que podemos escuchar en las grabaciones telefónicas de los políticos encausados en los juicios es “Qué hay de lo mío”. Es decir, que hay de lo nuestro, de lo que nos han robado, defraudado o estafado.

Comentarios desactivados en ¿Qué hay de lo mío?

Cuando pedir perdón no es una solución

septiembre 5th, 2012

Grünenthal, el laboratorio que desarrolló la chapuza de la talidomida, ha pedido perdón por los efectos de las malformaciones provocadas por su pócima, potingue o brebaje que les hizo ganar millones de dólares. Ha pedido perdón como el que te pisa el pie en el autobús al intentar apearse precipitadamente. Perdón y lo siento. Grünenthal ha tardado en pedir perdón cincuenta años, es decir, medio siglo. Es como si yo viajara en un viejo tranvía hace cincuenta años, me pisaran y cincuenta años después me viniese un viajero en un autobús moderno y me pidiese perdón porque me pisó en 1962. Sépase que cincuenta años es la probabilidad de vida media que tenía, en 1962, un habitante del Tercer Mundo.

Pedir perdón es reconocer la culpa, cosa que no ha realizado la Inquisición respeto a todos los que envió a la hoguera, principalmente por no comulgar con sus creencias. Aún nos tienen que pedir perdón por los sucesos de Chernobil, cuyas consecuencias aun están por ver; las empresas nucleares japonesas pidieron perdón por su mala gestión en los acontecimientos de Fukusima, pero aún quedan por ver las secuelas de las aguas contaminadas y sus posibles efectos en la fauna marina; no nos han pedido perdón las financieras, bancos y multinacionales que desataron la crisis mundial, es más exigen que les ayudemos con nuestro dinero, amenazándonos de no poder devolver su dinero a los ancianos ahorradores, vilmente engañados.

He visto a muy pocos políticos pedir perdón por sus errores legislativos, nunca es culpa de ellos, siempre es culpa de la oposición o de otros. Reconocer la equivocación es un alarde que ronda la genialidad. Los políticos, una vez toman una decisión equivocada, les cuesta reconocer el error, lo que les fuerza a insistir con más vigor en el mismo camino. Si no véanse dos ejemplos entre nuestros políticos. Ni Zapatero, ni Aznar nos han pedido perdón por su nefastas políticas, o como mínimo por las mentiras que nos colocaron, el primero negando una crisis que era evidente y segundo asegurándonos que se descubrirían en Irak las armas de destrucción masiva que le impulsaban a participar en una guerra a la que se había comprometido con el tontorrón de Bush junior. Una intervención que nos costó el 11-M, un acontecimiento del que Aznar, no se si por cabezonería o entendederas cortas, sigue negando que fuese cosa de los radicales islamistas. Pretenden colocarnos un engaño, y no saben que lo difícil no es mentir, sino mantener la mentira.

Pero seamos sinceros, no queremos que nos tengan que pedir perdón, queremos que nos aseguren que todos estos acontecimientos no se volverán a producir. Se que no podemos asegurar nada al cien por cien, pero podemos tomar precauciones. Podemos evitar que los laboratorios experimenten con nosotros sus medicamentos nuevos como si fuésemos conejos de indias. Podemos evitar que se hagan pruebas de peligrosa resistencia con las centrales nucleares y que en caso de escape se avise a toda la población del los lugares por dónde transcurre la nube radioactiva. Queremos que no se construyan centrales nucleares sobre placas tectónicas, como el Japón, y que se consideren los riesgos de tsunamis y movimientos sísmicos.

No queremos que nadie nos tenga que pedir perdón. Queremos seguridad y profesionalidad, algo que en estos momentos está relegado por la rentabilidad y beneficios. ¿De qué nos sirven los beneficios económicos si más tarde los tenemos que reinvertir en reparar lo que hemos destrozado? ¿Dónde está el beneficio? Muy sencillo está en las multinacionales que se escaquearan de abonar sus responsabilidades. Eso sí, nos piden perdón cincuenta años después.
Los ciudadanos medios sólo tenemos como recurso la inteligencia, y su función principal es que salgamos bien parados de las situaciones en que nos meten los que carecen de inteligencia. Por esta razón debemos elegir relacionarnos con aquellas personas que nos aporten conocimiento y, evitar las relaciones con los mediocres que nos deprimen y nos idiotizan. La inteligencia y el conocimiento son nuestros grandes recursos ante los que esgrimen el poder y la fuerza.