Están entre nosotros, pueden ser nuestros vecinos o la persona que tenemos sentada al lado nuestro en la barra de la cafetería que desayunamos, puede ser nuestro jefe en el trabajo o nuestro médico en el consultorio… Cualquiera de ellos puede ser psicópata, un 1% de la población mundial lo es, lo que significa que hay en el mundo 60 millones de psicópatas.
A mi la cifra me ha sorprendido, y sólo se refiere a los psicópatas que tiene censados la Organización Mundial de la Salud.
Estoy trabajando en un libro sobre el cerebro y el tema de las enfermedades mentales es obligatorio. Quiero recordar que los psicópatas pueden ser asesinos en serie, y lo más grave es que su particularidad principal es su inteligencia, son terriblemente inteligentes. Otro de sus atributos importantes es su capacidad de manipular a las personas a través de su gran persuasión, y esto lo consiguen porque, entre otras cosas, son seductores, tienen encanto y carisma. Son personas que aparentan, y en realidad tienen, una gran seguridad de si mismas.
Evidentemente también son egocéntricos, mentirosos, promiscuos, irresponsables, insensibles, carentes de ansiedad y miedo, faltos de conciencia y remordimiento, y sin ninguna empatía. Pueden llegar a saber lo que piensa otra persona, es decir, “entrar” en su cerebro sin que esto les produzca ningún tipo de emoción.
Tenemos psicópatas como Charles Manson, gran persuasor cuya psicopatía degeneró en locura; Calígula fue otro psicópata que también degenero en loco. Jean-Bédel Bokassa que se comían a sus víctimas. Tal vez en los aspectos de canibalismo, el autor de las historias de Hannibal Lecter, se inspiró en Bokassa, que invitó a comer en una elegante y sibarítico ambiente de su palacio a un emisario de Giscard d’Estaing que, a media comida, le solicitó que dejase en libertad a cierto prisionero que era conocido del presidente francés. Bokassa impasible siguió comiendo y entre bocado y bocado, le explicó al emisario que era imposible liberar a la persona que le solicitaba porque en ese momento se lo estaban comiendo.
Mi psicópata favorito en la ficción cinematográfica de “El silencio de los corderos” es Hannibal Lecter, que le gusta la gastronomía hasta los límites de convertirse en un gourmet al que le encanta la carne humana bien cocinada de sus víctimas. Culto, refinado y sibarita; amante del arte y de la música clásica. Adora a las personas cultas y asesina y se come a los cretinos y los incultos. Aún lo recuerdo explicándole a Claris: “Me comí el hígado acompañado de habas y un buen Chianti”.