Una vez más voy a tratar el tema de los adivinos/as. En un tema que me causa estupor. Ahora resulta que el Consejo Audiovisual de Andalucía, CAA, pide al gobierno que se regule los programas de televisión en los que proliferan espacios de esoterismo y paraciencias, ya que han aumentado de forma alarmante y empiezan a transmitirse a todas horas del día.
Son espacios en los que supuestos adivinos y adivinas, a través de cartas de Tarot, bolas de cristal, péndulos y piedras predicen el futuro a teleespectadores que llaman por costosas líneas telefónicas en las que, en ocasiones, tienen que aguardar largos minutos de espera. Se trata de una importante fuente de ingresos para las televisiones y para los videntes de turno que, a su vez, procuran retener al consultante el mayor tiempo posible en la línea telefónica. Un exprime bobos.
En otros países de la Unión Europea este tipo de programas esta prohibido, como es el caso de Bélgica.
Cualquier sociólogo haría una clara interpretación a este fenómeno social en que ingenuos ciudadanos buscan respuestas a sus angustiantes problemas o su futuro inmediato. En tiempo de crisis estas consultas han aumentado beneficiando a unos personajes que si de verdad conocieran el futuro no estarían haciendo majaderías por la televisión.
Ocurre que la gente se encuentra sola, no sabe a quién consultar sus problemas más acuciantes y, el entorno, que les rodea les ha decepcionado o traicionado. Pero, increíblemente, confían en desconocidos con turbantes y bolas de cristal que prueban suerte en sus pronósticos para ganarse un candido más entre la cartera de clientes.
Un lamentable espectáculo de unos depredadores y oportunistas y una sociedad terriblemente sumida en un oscurantismo medieval.