Este comentario no tiene nada que ver con el incidente que paralizó el acelerador de hadrones, LHC, a causa de los cables que mordió, parece ser una comadreja, y obligó a realizar una parada técnica. Voy a hablar de una partícula que puede cambiar nuestras concepciones sobre el universo.
A finales de noviembre del año pasado (2015), los dos grandes detectores del LHC, el Atlas y el CMS, captaron las señales de una nueva partícula que apareció tras una colisión de hadrones y se desintegró en dos fotones. Su masa era de 750 gigaelectronvoltios (GeV), una partícula cuatro veces más masiva que un átomo de plomo. Una partícula totalmente desconocida y que no se había previsto nunca, y que por ahora la denominaremos: partícula X.
Hasta este verano no se podrán sacar conclusiones sobre esta nueva partícula. Por ahora, algunos científicos piensan que es signo de una nueva simetría. Una cosa está clara, y es que hay que hacerse la idea de que vivimos en un mundo cada vez más complejo y más unificado de lo que imaginábamos.
Si la partícula X impone la existencia de la supersimetría, decenas de nuevas partículas se añadirán al modelo estandar – ese recuadro en que aparecen quarks, leptones y bosones -, ya que sugiere la existencia de nuevas partículas de materia clásica, dos nuevas generaciones completas con sus compañeras supersimétricas.
La nueva partícula también puede ser la representante de una nueva fuerza – recordemos que cuatro fuerzas dominan el universo: la fuerte, la debil, la electromagnética y la de la gravedad – , tal vez ensambladora de quarks ligados a la interacción fuerte, o constituida por partículas elementales totalmente desconocidas y ligadas a ellas por una fuerza que desconocemos.
También puede acaecer que la partícula X forme parte de una nueva dimensión, lo que sería la prueba de que el espacio cuenta con más de tres dimensiones. La partícula X nos lleva a evoluciones radicales en nuestra manera de pensar sobre la naturaleza, sea ante el concepto de una nueva fuerza, una nueva simetría o una nueva dimensión.
Resulta que mientras más exploramos en el universo, nuestros telescopios descubren inacabables fronteras; y si profundizamos en lo infinitamente pequeño, parece que nunca acabamos. Esta reflexión me lleva a un verso de Walt Whitman que destaca: «Hoy, antes del alba, subí a la colina, miré a los cielos apretados de luminarias y le dije al espíritu: cuando conozcamos todo estos mundos y el placer y la sabiduría de todas las cosas que contienen, ¿estaremos ya tranquilos y satisfechos? Y mi espíritu dijo: No, ganaremos esa altura sólo para continuar adelante».
La partícula X puede que nos ayude a ganar una nueva profundidad, pero solo para seguir adelante.