La reforma de Wert no ha concluido, ahora se está pactando, en privado y secreto, entre el PP y la “Caverna” (Conferencia Episcopal), la obligatoriedad de la asignatura de religión en el bachillerato. Algo que los obispos, a través de su portavoz Juan Antonio Martínez Camino (ultraconservador o cavernícola insigne), reclaman día tras día.
Estoy en contra de una enseñanza obligatoria de cualquier religión, porque no pretende enseñar, sino condicionar a los alumnos a una creencia determinada. Malear sus mentes jóvenes en la creencia de mitos y leyendas que la ciencia ha demostrado como cuestionables o falsos.
La Iglesia católica siempre ha pretendido el privilegio de la enseñanza religiosa, y si la hubiéramos dejado, después hubiera sido la enseñanza de las ciencias y la historia. En el primer caso estaríamos con el Sol girando alrededor de la Tierra, y en el segundo caso estudiando el Camino de Santiago, el Cid y los Reyes Católicos.
El papa Pío IX, en el siglo XIX, planteó la exigencia de tener derechos preferentes para la Iglesia en la enseñanza. Pío IX sabía lo importante que era condicionar las mentes de los adolescentes para asegurarse unos fieles seguidores. Afortunadamente su exigencia no prosperó por la inevitable confrontación con la comunidad científica. En realidad Pío IX condenó la libertad de culto y consideró a la religión católica como la única religión de estado. Se opuso a pactar con el progreso, el liberalismo y la civilización moderna.
No estoy en contra de una enseñanza neutral de la historia de las religiones, ya que su papel y trascendencia en la historia de la humanidad ha sido evidente. Creo que se debería impartir una asignatura en la que los alumnos accedieran a ese conocimiento.
Pero la “Caverna” pretende que enseñe el catolicismo. Y para que todos los alumnos tengan que empollar esta asignatura, les interese o no, quieren que sea evaluable y computable, que sirva para calcular la nota media, algo determinante, para entrar en la universidad y optar a una beca. Wert, que quiere ir al cielo, accederá a las pretensiones de la “Caverna”. Así que regresamos a la obligatoriedad de pasar por el tubo, de comulgar con ruedas de molino. Eso si no obligan a los alumnos, como en los tiempos del franquismo, a demostrar con un certificado del cura del barrio que van a misa los domingos o que han asistido con flores al mes de María.
La Iglesia no se caracteriza por enseñar su religión, sino por condicionar a los jóvenes en historias infantilizadas, como destaca Hans Küng, que no creen la mayoría de sus teólogos.
Además esa enseñanza la pagamos entre todos. La mayoría de los estudiantes de bachillerato, 77%, rechazan estudiar religión. En 18 institutos del País Vasco nadie pidió esa asignatura y desapareció.
Wert, paladín de la reforma educativa, terminará sucumbiendo a las promesas de cielo eterno de Martínez Camino y convertirá la asignatura de religión en obligatoria. Luego cada uno volverá a sus quehaceres, el primero en la cueva de Ali Babá, y el segundo a la caverna.