Lo he comentado en varias ocasiones, no son las decisiones políticas las únicas que cambian la civilización, existen toda una serie de factores impredecibles que transforman nuestras vidas y obligan a reestructurar la sociedad en que vivimos.
El sistema político actual carece de estrategias a corto y largo plazo. Los políticos toman decisiones, la mayor parte de las veces, que benefician sus mandatos, es decir, no son propensos a financiar proyectos que vayan más allá del tiempo que permanecen en política. Toman decisiones populistas que les benefician y les permiten prolongar su estancia en unas nuevas elecciones.
Estamos en un momento de la humanidad en la que la política precisa un asesoramiento prospectivo. Precisa que equipos pluridisciplinarios con científicos, técnicos, filósofos, especialistas en diferentes materias, etc., exploren los acontecimientos que se avecinan y prevean sus consecuencias sociales.
Nadie previó los cambios sociales que originaron Internet, nadie imaginó la transformación de la vida que causaría los teléfonos móviles, nadie consideró el aumento de longevidad como consecuencia de los adelantos en la medicina, nadie advirtió que el cambio climático produciría migraciones que asaltarían Europa, nadie tuvo en consideración las guerras étnicas que la climatología produciría, ni el choque de civilizaciones entre democracias y teocracias, entre creyentes cristianos y creyentes mahometanos, ni la aparición de los fundamentalismos y terrorismo yihadista. De la misma forma que no se previó el crac de la bolsa, la crisis de Grecia, el crecimiento científico en China, la caída del precio del petróleo y las tensiones entre Rusia y la OTAN.
El lector desconfiado me dirá que muchos de estos acontecimientos han sido orquestados por confabulaciones internacionales. Que intereses de multinacionales y poderosos grupos financieros son los que manejan las geoestrategias mundiales, incluso que son los responsables de la aparición de virus letales como el SIDA o el Ebola. Puede que tenga algo de razón, pero podría mostrar cientos de ejemplos en los que los acontecimientos no han sido manipulados y han estallado en las manos de todos imprevisiblemente.
¿Hemos aprendido la lección? Creo que no. Seguimos sin prever el futuro, sin considerar lo que se nos viene encima. Nuestros políticos siguen creando leyes y normativas como si nada fuera a cambiar, como si todo fuera una línea recta con fluctuaciones que se pueden corregir improvisadamente. Siguen realizando cambios que solo les beneficia a ellos y a su sistema, digámoslo también, caducos y desfasados. No han percibido que lo tenemos frente a nosotros es una exponencial de acontecimientos inesperados que transformarán el mundo.
Solo unos pocos pueden imaginarse lo que se está desarrollando en los sectores de la informática, medicina, nanobiolología, inginería genética, transporte, etc. Antes de 15 años tendremos coches sin conductor, medicamentos antienvejecimiento, conexiones mente-máquina, sensores en nuestros hogares conectados a sensores en nuestro cuerpo, trenes de supervelocidad, robots ocupando miles de puestos de trabajo, etc.
Cualquiera de estos avances cambiará nuestra sociedad, transformará nuestras formas de vida. Un solo cambio, un simple comprimido que alargue nuestras vidas 10 o 20 años más y se va al traste toda la Seguridad Social y las pensiones. La posibilidad de contactar con otra vida inteligente fuera de nuestro planeta, nos enfrenta a plantearnos otras creencias o ningunas, un hecho que originaría un fuerte encontronazo entre los alienígenas y los más fundamentalistas.
Solo podremos enfrentarnos, sin traumas y conflictos, al futuro que viene si realizamos previsiones de ese futuro, si tenemos en cuenta posibles escenarios hipotéticos que puedan anticiparnos a sus consecuencias. Y eso sólo lo conseguiremos si los políticos constituyen grupos prospectivos que les vayan asesorando y advirtiendo sobre lo que pueda venir y sus consecuencias sociales.
Hay que realizar planes para el futuro teniendo en cuenta los escenarios hipotéticos más impredecibles, hay que utilizar un pensamiento singular, considerar aquello que parece imposible como una realidad. La imaginación puede parecer de locos, como fueron tachados H. G. Wells cuando describió objetos más pesados que el aire que podían volar, o Verner con su viaje a la Luna. Ahora solo se trata de palpar lo que se está investigando en los laboratorios y prever las consecuencias de sus descubrimientos.