Retomo el tema del fin del mundo. Me preguntan muchas personas, incluidos intrigados sobrinos, si es verdad que este mes se acaba el mundo, y les explico que estos rumores apocalípticos los he vivido cinco o seis veces en mi vida, y que siempre ha amanecido al día siguiente. Les aseguro que son cuentos de videntes, buhoneros y vendedores de ferias esotéricas. Asustar, producir miedo es rentable, no sólo para los políticos, sino también para algunos feriante charlatanes.
La verdad es que el tema está llegando a su cima, hasta la NASA ha tenido que salir al paso, debido a que tenía colapsada la centralita por las llamadas angustiosas de ciudadanos americanos con temores terrenales. Algunos llaman para saber si tienen que confesarse ante el eminente final, ya que hay que subir limpio de pecados al cielo; otros, más pragmáticos para saber si tienen que recoger víveres y almacenar agua en sus refugios para hacer frente a la catástrofe. ¡Serán capullos! Si es el fin del mundo de nada sirve meterse bajo tierra. Si el fin del mundo fuese una realidad yo lo celebraría con una buena botella de vodka o un buen coñac francés.
El verdadero fin del mundo se produce en los que mueren cada día, para esos si se acaba el mundo de verdad. El fin del mundo, como ya explique el mes pasado, puede producirse en cualquier instante, no hay fechas concretas para un evento de esta magnitud. Tan solo que nos fustigue el Sol con una llamarada; o que explote una nova a pocos años luz de nosotros; o que se produzca una inversión de campo magnético de la Tierra; o que impacte un meteorito con nuestro planeta o que, simplemente, entre en erupción un supervolcán como el de yellowstone. En cualquiera de los casos nos consumiríamos ante que una cerilla, y nuestra civilización habría transcurrido, con todo su dudoso esplendor y soberbia de sus gobernantes, como una furtiva sombra.
No me asusta que acabe el mundo, en realidad de algo hay que morir. Lo que me asusta es que siga igual que ahora con sus caducos valores y sistema, su corrupción, sus matanzas y desigualdades. Cuando veo en los telediarios los mismos de siempre, añoro el fin del mundo…para ellos.