Los entrados en años de hoy, escribíamos en las paredes en Mayo del 68: “Temblad viejos porque el mundo de mañana será nuestro”. Hoy somos viejos y el mundo no es nuestro, la frase ha pasado a ser un grafiti anecdótico de una revolución que ganamos a medias.
Vivimos, los supervivientes de mayo de 68, en un mundo que no nos gusta, que no es la sociedad por la que luchamos. Pero vemos que a los jóvenes tampoco les gusta, por lo que ya tenemos ambos algo en común. Algunos jóvenes temen que su futuro sea como el monótono y aburrido presente de muchos viejos. Cavilan aquella frase de “como me ves te verás”, y no les gusta.
La realidad es que muchos viejos se sienten ancianos o mayores porque han dejado de participar en un sistema que, dígase de paso, no cuenta con ellos. Ante esta situación injusta se auto-marginan, dejan de participar y colaborar ofreciendo lo mejor que aún queda en ellos: la experiencia, el conocimiento acumulado, la sabiduría y la esperanza de cambio. Dígase de paso que no todos los “viejos” pueden aportar esta valija de viaje, pero pueden participar de otras formas con su voto y presencia ante el poder de los políticos que no cuentan con ellos.
Personalmente me gusta hablar con los más jóvenes, participar en sus proyectos, empujarlos a luchar y dejarlos que ellos lleven las riendas del carruaje que los tiene que llevar a un futuro que espero será mejor.
Esta simbiosis jóvenes-viejos es la que nos ayuda y nos proporciona esperanza a los segundos. Es un diálogo inter-generacional que ofrece a los jóvenes experiencia y a los viejos los convierte en una Tercera Fuerza.
Si la tercera edad quiere tener una sanidad mejor, una pensión más digna, unos lugares adecuados donde pueda seguir desarrollando su intelecto, su ocio o calidad de vida, donde pueda hacer proyectos y organizar eventos, debe de transmutarse, dejar de ser la “tercera edad” para convertirse en la “Tercera Fuerza”.
La Tercera Fuerza tiene el poder de su presencia, de su voto, de su derecho a protestar y manifestarse. Tiene el derecho a querer seguir participando en un mundo por el que ha luchado y ha ayudado a construir con sus fracasos, sus errores y sus triunfos. Porque, seamos sinceros, no lo hemos construido todo lo ideal que queríamos, teníamos muchos trepas y oportunista infiltrados en el proyecto.
La tercera edad aún no se ha percatado que es la Tercera Fuerza. Aun no intuye que tiene un gran poder, que tiene una importante presencia, que puede inclinar su voto y decidir quién quiere que le represente en las instituciones. La tercera edad desconoce el poder que tiene. No son o somos esos viejos achacosos jubilados, muchos seguimos manteniendo nuestras facultades intelectivas, seguimos creando, seguimos esforzándonos por tener más conocimientos, y seguimos compartiendo este doloroso sistema con los jóvenes que también quieren cambiarlo.
El futuro, el mañana, está marcado, quieran o no quieran los políticos, por una mayor longevidad, y eso representan importantes desafíos sociales que, esos políticos, deben de afrontar, entre esos desafíos está contar con los “retirados” para seguir construyendo el mundo. De no ser así, se exponen que cualquier día aparezca un partido de la Tercera Fuerza, un partido que no defenderá a sus componentes desde las derechas o izquierdas, sino que lo hará en función de las necesidades de sus seguidores, y votará a aquel que le ofrezca una longevidad participativa y no una vida arrinconada.