La semana pasada en estas mismas páginas explicaba en un artículo titulado “¡Que investiguen otros!” las consecuencias dramáticas que tendrán los recortes que se están haciendo en I+D. Destacaba que invertir en investigación, tecnología y educación era rentable y beneficioso, y que los recortes sólo nos llevaban a un futuro ruinoso y desolador.
Un informe prospectivo de hace unos días de la OCDE, me da la razón y confirma mis argumentos. El informe de la OCDE aborda los próximos 50 años, con unas previsiones que no son optimistas para España. Lo más importante de este informe prospectivo es que la OCDE asegura que el “crecimiento en este próximo siglo dependerá de los desarrollos en educación y de los progresos tecnológicos”, ahí donde el Gobierno de España está recortando con más entusiasmo e irresponsabilidad. Destaca el informe de OCDE que “la diferencia entre países” se medirán “por las diferencias en los niveles de tecnología”. Si recortamos en tecnología seremos de los últimos países del mundo, incluso por debajo de China, la India e Indonesia…si no lo estamos ya en estos momentos.
Nuestro desarrollo dependerá de nuestra capacidad tecnológica, de nuestra participación en la investigación científica, del número de estudiantes en nuestras universidades y la calidad de la enseñanza. Cualquier recorte en estos campos significa un retraso considerable en nuestro desarrollo científico y tecnológico, significa depender de otros y no participar en los avances de nuestra civilización.
En el futuro, el que carezca de un mínimo de conocimientos científicos se verá condenado a no comprender nunca factores esenciales del mundo que le rodea. La ciencia es hoy uno de los medios necesarios para el progreso humano. No podemos progresar a menos que dispongamos de unos ciudadanos bien formados, con capacidad para intervenir en las complicadas decisiones que tendremos que afrontar.