Me preguntaba un amigo sobre los peligros que entraña un viaje a Marte. Le contesté lacónicamente que todos, ya que el ser humano no está hecho para vivir fuera de la Tierra, y en la Tierra tampoco está adaptado para vivir en el fondo del mar, en las cumbres más altas, en los desiertos más áridos y en los lugares más fríos. Somos delicados organismos que estamos muy a gusto bajo una sombrilla, para protegernos del exceso de rayos ultravioletas del Sol, en la orilla de una tranquila isla caribeña.
El mayor peligro del viaje a Marte es la radiación. Los astronautas ya no estarán protegidos por el escudo de la atmósfera y el campo magnético de la Tierra, lo que significa que recibirán una elevada dosis de radiación, con la consecuencia de mutaciones en el ADN y peligro de cáncer. Su exposición a la radiación estará relacionado con el tiempo, esos dos años y medio de viaje y la estancia en el planeta. Los astronautas de la estación espacial sólo están en el espacio, salvo contadas excepciones, dos o tres meses.
Nos exponemos a enviar gente sana a Marte que llegue allí cargados de enfermedades. La ingravidez del espacio provoca que los huesos se vuelvan quebradizos, sobre todo si no se puede hacer ejercicio en las naves debido a los espacios reducidos. Se produce una degradación del tejido óseo, una especie de osteoporosis.
Se sabe que los globos oculares se aplastan ligeramente, lo que produce hipermetropía, ya que la presión del líquido cefalorraquídeo en el cráneo empuja la parte de atrás del globo ocular. También se produce una hinchazón de la cara. Todo este efecto produce niveles más altos del aminoácido homocisteína, que indica enfermedades cardiovasculares.
Por otra parte, un viaje tan largo requiere un perfecto equilibrio psicológico, una estabilidad mental superior a la normal, no sea que un astronauta degenere en una psicopatía y se convierta en un Hannibal Lecter.
Creo sinceramente que antes de enviar astronautas a Marte hay que tener resuelto todos estos problemas, especialmente el de la radiación que puede ser letal. No debemos repetir el error histórico de nuestra colonización a América, donde enviamos a gente con enfermedades letales en aquellos tiempos, como la sífilis, gripe y tuberculosis; y perturbados mentales sin escrúpulos que violaron y asesinaron a diestra y siniestra.