No me refiero a las comisiones que perciben algunos partidos políticos o sus representantes, sino a un 4% más importante y trascendental: el 4% de lo que vemos de nuestros Universo.
Todas esas imágenes de estrellas, galaxias, nebulosas y objetos que nos ofrecen las fotografías de los grandes telescopios representan, solamente, un 4% del Universo, el 96% restante es energía y materia oscura que no hemos logrado descifrar ni ver. Sólo tenemos una explicación satisfactoria para ese 4% del Universo que está formado por materia ordinaria visible.
La energía oscura es la supuesta causa de la aceleración en la expansión del Universo, y la materia oscura está ahí con su efecto gravitatorio manteniendo a las galaxias en el seno del cúmulo.
El físico Freeman Dyson destacaba que no podemos entender el Universo si se aísla de los fenómenos de la vida y la consciencia. Y en ese aspecto pienso que los seres humanos también estamos percibiendo sólo un 4% de nuestro Universo cotidiano.
Nuestro entorno, el espacio que nos separa a unos de otros, está repleto de millones de moléculas, átomos y partículas que no vemos, pero están ahí. También hay microbios, virus y bacterias que viajan anaerobiamente por nuestro entorno. No vemos las ondas de radio, televisión o móviles, ni los rayos gamas y ultravioleta que nos atraviesan, igual que los millones de neutrinos que cada día pasan a través nuestro cuerpo en su viaje por el Universo.
Detectamos la luz, pero sólo entre las longitudes de onda de 390 y 700 nanómetros que nos permite distinguir 7 millones de colores, pero nos perdemos la visión del mundo en infrarrojo y ultravioleta y millones de tonalidades más. Con los sonidos nos sucede otro tanto, entre 20 y 20.000 Hz o ciclos por segundo, podemos discriminar 340.000 tonos, pero por debajo de 20 y por encima de 20.000 donde nos perdemos un mundo de extrañas melodías. Lo mismo sucede con el olfato incapaz de distinguir feromonas, adrenalinas y otros productos cuyos olores si distinguen algunos animales.
Hay un mundo ahí fuera, aquí en nuestro planeta, que no vemos. Solo somos conscientes de otros seres vivientes, plantas, montañas y objetos que hemos fabricado… un escaso 4%, como la materia visible del Universo.
Y no quiero ya hablar de la posibilidad de universos paralelos, dimensiones extras, antimateria y multiversos, que nos convierten en seres insignificantes frente a otras realidades.
No sabemos que es la energía y la materia oscura, desconocemos si hay dimensiones extras en el Universo y nos perdemos en abstracciones cuando hablamos de los infinitos universos posibles que nos pueden rodear. Y nos perturbamos ante la posibilidad de la existencia de otras fuerzas exóticas de la naturaleza que aún no hemos descubierto.
La mecánica cuántica, con sus paradojas, se presenta como otra alternativa de ver el mundo que nos rodea. Los físicos cuánticos aseguran que para ellos el mundo es cuántico, y no hay ninguna separación entre el mundo clásico y el cuántico. Es más es el mundo clásico el que emerge a partir del cuántico, lo que hace que muchas paradojas cuánticas desaparezcan.
Nuestro mundo, nuestra sociedad a la que le damos tanta importancia, nuestros obsoletos valores por los que nos sacrificamos y defendemos en absurdas guerras, nuestras tragedias cotidianas y nuestra farsa social, no son más que una minúscula parte de un Universo abrumadoramente enigmático. Un Universo que recurre a nuestros cerebros, que él mismo ha creado, para conocerse y pensar sobre sus orígenes.