Dicen que si a mi edad no se tiene enemigos es que se ha vivido poco. Tengo unos cuantos enemigos, pero es su problema, no el mío. En cualquier caso, a lo largo de una generación, muy poca gente consigue conservar los mismos amigos o los mismos enemigos. Me gustaría poder comentar como Bernard Le Bovier de Fontenell: “Tengo más de cien años, y no tengo enemigos…han muerto todos”.
A veces, ocurre, que vuelves a encontrarte aquellos que durante años fueron amigos inseparables, sucede con frecuencia que sus valores, sus creencias y todo aquello que nos unía unos y otros lo hemos perdido o cambiado. Otra vez con gran sorpresa siguen existiendo vínculos que te unen y descubres que incluso mentalmente coinciden con tigo, y su evolución mental es paralela a la tuya. Porque transcurridos veinte, treinta o cuarenta años, raramente la gente sigue pensando igual, a no ser que sea un conservador anquilosado y retrógrado. Está claro aquella máxima paleontológica que postula: o evolucionar o morir. En un mundo cambiante la mente debe de adaptarse al nuevo paradigma.
Otra cosa es que pretendan hacernos tragar que existen leyes eternas, sin considerar la continua transformación de lo que nos rodea. No hay leyes eternas, solo hábitos relativamente estables. Creo que nunca debemos atascarnos en los roles y guiones en los que nos educaron, ya que algunos están equivocados, pasados de moda e incluso, algunos, pueden ser crueles.
El sistema, las naciones, necesitan enemigos, incluso el Vaticano ¿Qué sería de la Iglesia sin Satanás, sin los pecadores, los herejes, los ateos? El día que no queden enemigos en el mundo, los gobiernos los inventarán. Los políticos, según Nietzsche, dividen a los seres humanos en: primero, instrumentos, segundo enemigos.
Este comentario está escrito a raíz de que el sábado pasado nos reunimos cuatro viejos amigos que vivimos juntos en nuestra época de estudiantes. Fue un reencuentro con nosotros mismos, y si en el pasado fuimos grandes amigos, nada impide que en el futuro aún lo seamos mejores. Seguíamos compartiendo la misma complicidad, el mismo humor, almacenando los mismos recuerdos y bebiendo lo mismo…