A lo largo de la historia de la humanidad hemos atravesados diversos paradigmas, especialmente cada vez que se realizaba un descubrimiento que desechaba las teorías existentes anteriormente e implantaba un nuevo orden de ver el mundo. Tal fue el caso de Galileo con su teoría heliocéntrica, Darwin con la evolución de las especies, etc.
Hoy nos encontramos en un cambio de paradigma mucho más profundo, no sólo afecta a nuestras concepciones del mundo que nos rodea, transformado por las teorías de la mecánica cuántica, sino a la profundidad de los cambios sociales que nos lleva a la utilización de nuevas tecnologías que no todos saben manejar.
Algo muy parecido acaeció en el siglo XVIII. El llamado siglo de las Luces, en Francia; siglo de la Iluminación, en Inglaterra; y siglo de la Ilustración, en España. Sus características son muy parecidas a lo que está sucediendo ahora. Y podemos realizar una comparación.
En el siglo XVIII se creó una libertad e independencia del pensamiento, todo se podía cuestionar, incluso las creencias religiosas. Hoy el principio de libertad e independencia prima por encima de cualquier aspecto social, nadie regaña los pensamientos más rebuscados y las religiones son cuestionadas sin que eso signifique ningún tipo de herejía.
En el siglo XVIII fue la ciencia la que produjo el cambio revolucionario de la época, la razón predominaba por encima del corazón. Predominaba el método científico experimental y el análisis matemático. Hoy la ciencia, y especialmente la tecnología, están marcando los pasos de la sociedad. Los nuevos adelantos tecnológicos son los que configuran día a día el mundo en que vivimos. La diferencia con el siglo XVIII es que hoy emergen en una forma exponencial.
En el siglo XVIII surgió la famosa Enciclopedia cuyo verdadero nombre era Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios. Una obra monumental de 17 tomos dirigida por Denis Diderot. Fue el símbolo de la época y sus usuarios eran los enciclopedistas. Todo el que no sabía leer o no comprendía sus materias quedaba excluido del gran adelanto. No es hoy Internet algo parecido con los internautas, no queda excluido todo aquel que no se adapta a la nueva tecnología de ciberespacio.
La Ilustración también produjo un proceso muy rápido de laicización, período en que la Iglesia perdió poder y credibilidad. También surgió el ateísmo y el enfrentamiento entre ciencia y religión, así como un buen número de agnósticos. Hoy, especialmente en los países avanzados, la laicización está al orden del día, la Iglesia se ha convertido en una Institución sin poder de representación en el parlamento. Los ateos llegan a alcanzar el número de mil millones en el mundo frente a los 1.200 millones de católicos. Los agnósticos superan estas cifras y el enfrentamiento entre Iglesia y Ciencia se produce cada vez que esta última realiza un descubrimiento que entusiasma a los científicos y preocupa a los clérigos.
El siglo XVIII representó la marginación de muchos ciudadanos europeos que, debido a sus bajos niveles culturales e incapacidad de adaptarse a las tecnologías de la época se quedaron sin trabajo. Hoy millones de ciudadanos se encuentran en la misma situación, marginados al no saber utilizar las nuevas tecnologías que emergen y cambian día a día.
Me perdonará el lector por esta comparación del siglo XVIII con el siglo XXI. Me pareció tan semejante, especialmente Internet y la Enciclopedia, el nacimiento del ateísmo de ayer y el de hoy; incluso el debate ciencia/religión. El siglo XVIII fue un salto hacia adelante que, como cualquier proceso evolutivo o mutación tuvo sus bajas humanas. Hoy el nuevo salto también tendrá sus bajas, especialmente entre aquellos que no estén preparados para complejidad tecnológica y el léxico científico que viene.