He seguido con interés los discursos de los candidatos y teloneros a la presidencia de los Estados Unidos. Los discursos de los republicanos han sido mensajes patrioteros, al antiguo estilo y repletos de viejos valores que sólo seducen a los más fanáticos, intransigentes y chauvinistas, aquellos que sienten orgullo por ver partir a sus hijos a lejanas guerras basadas en oscuros intereses. El hecho que el mejor discurso, que más ovaciones tuvo, fue el de Harry el Sucio (Clint Eastwood), ya nos dice algo del carisma que puede tener Mitt Romney.
Tanto los discursos de los demócratas Obama, Michelle Obama y Bill Clinton fueron magistrales, más de 45 minutos cada uno, sin tener que recurrir a leer de ningún apunte, improvisando, cosa que los políticos españoles son incapaces de realizar. Unos discursos en que podríamos recoger cientos de frases llenas de contenido, con un mensaje que humedeció los ojos de los asistentes a la convención en Charlotte y los millones de seguidores a través de las cadenas de televisión.
Saber transmitir un mensaje con sus frases adecuadas es básico, también cumplirlo. Kennedy era un gran comunicador. Churchill un gran estadista que arengó a los británicos con aquel “Sangre sudor y lágrimas”, y Martín Lutero King movilizó a la gente de color con “He tenido un sueño”.
Eso me rememora las frases que nos han legado nuestros políticos. El famoso “Puedo prometer y prometo”, expresado con gran convicción por Adolfo Suárez. O Felipe González diciéndole con su acento andaluz a la oposición:”Por consecuencia, ustedes no tienen credibilidad”. Aún recuerdo aquel grito chusquero de “Se sienten, coño”, ordenado, pistola en mano, por Tejero. Luego vinieron los reiterativos y simplones argumentos de Aznar, gritando como un vendedor de un zoco sus continuos y provincianos “Váyase, señor González” y “España va bien”.
En Catalunya Tarradellas llegó con aquel inolvidable “Ja soc aquí”, y Jordi Pujol, cuando una pregunta de la Prensa no le gustaba contestaba aquel “Això no toca!”. Me destornillaba de risa cada vez que Arzalluz decía aquello de “Cada vez que voy a Madrid me pica todo el cuerpo”.
Ahora la frase de moda, la que podemos escuchar en las grabaciones telefónicas de los políticos encausados en los juicios es “Qué hay de lo mío”. Es decir, que hay de lo nuestro, de lo que nos han robado, defraudado o estafado.