El presente, el “aquí y ahora”, es un salto cuántico del pasado al futuro.
Pensaba que vivíamos siempre un eterno presente, un “aquí y ahora”, pero tras reflexionar, empiezo a dudar que exista el “ahora” como presente de transición entre el pasado y el futuro. El ahora ni siquiera es un instante, el “ahora” es un salto cuántico del pasado al futuro, sin necesidad de pasar por ningún estado intermedio. En física cuántica diríamos que no podemos pensar en ese instante porque cuando lo hacemos ya es futuro.
Aunque en el espacio no existe un arriba y abajo, podemos movernos libremente hacia delante y hacia atrás, pero no en el tiempo. En el tiempo solo podemos ir hacia adelante. No podemos viajar en el tiempo. Sin embargo, la teoría general de la relatividad contempla “curvas temporales cerradas”. Elipses que empiezan en un lugar y acaban en ese mismo lugar.
No podemos viajar al pasado sin que nos enfrentemos a la paradoja de la abuela. Por ello Stephen Hawking ideo la “conjetura de la protección cronológica” que advierte que el universo conspiraría para evitar la construcción de cualquier máquina del tiempo. Creo que más que evitar la construcción de una máquina del tiempo, nos desalienta haciéndonos ver que el tiempo no existe y, por tanto, no podemos ir hacia atrás ni hacia delante, vivimos en un presente eterno, por lo menos en nuestra mente.
Nos movemos en el tiempo del pasado al futuro; recordamos el pasado, vivimos el presente y no tenemos conocimiento directo del futuro o los posibles futuros. El tiempo ni transcurre ni fluye, el flujo del tiempo es irreal. Nada transcurre, solo se dan estados del mundo diferentes.
Tenemos la impresión del paso del tiempo, incluso hemos hechos aparatos, relojes, para calcular ese paso que es subjetivo y que es una ilusión. No envejecemos por el tiempo, envejecemos porque nos oxidamos. Nosotros avanzamos en el tiempo.
Al escribir este párrafo veo que las primeras palabras ya son el pasado. A medida que escribo, pasando de palabra en palabra, voy creando pasado y me deslizo por un presente que se interna en el futuro. El tiempo no se mueve, soy yo que me muevo en el tiempo, pero estoy siempre en un presente, en un “aquí y ahora”, que se disuelve para convertirse en un futuro-presente. Me da la impresión que me encuentro en un “paquete” del todo, donde pasado, presente y futuro, son ese todo.
¿Qué me dice la física ortodoxa? Me dice que la segunda ley de la termodinámica establece que la entropía siempre aumenta con el tiempo. Pero esta segunda ley es una probabilidad. Lo cierto es que a mayor entropía en un sistema, más desconocimiento tenemos.
En mecánica cuántica se describe el sistema físico por medio de la función de onda[1] que solo nos da probabilidades. Cuando efectuamos una medición cuántica decimos que a veces la función de onda colapsa un proceso que solo tiene lugar en un sentido. Pero todos los resultados posibles se dan en alguna parte del multiverso.
Tras este breve preámbulo recordatorio vayamos al “ahora”. ¿Por qué vivimos siempre en un momento concreto? Siempre estamos en un instante del presente. Cuando ese instante transcurre se convierte en futuro; cuando llegamos al instante siguiente es el futuro convertido en presente.
La mecánica cuántica y la termodinámica dan una dirección al tiempo. El ahora no guarda una relación con la física, sino con una combinación de flechas del tiempo, relacionadas con nuestra consciencia.
Para una roca, un electrón o un cúmulo de galaxias no hay ahora, para nosotros sí porque tenemos una consciencia que piensa, que sabe que está aquí presente. El ahora, más que una cuestión de física, se convierte en una polémica filosófica. Una polémica a veces estéril, ya que depende de diferentes visiones y especialidades científicas o filosóficas de los participantes.
Lo que es indudable es que el ser humano de hace cien mil años, incluso muchos menos, no tenía ese problema con el “ahora”. Ha sido necesario que evolucionásemos, que adquiriésemos más conocimientos, que tuviésemos consciencia de nosotros mismos para darnos cuenta que vivíamos, cada uno en sí mismo, un ahora eterno.
Me pregunto si mi “ahora” será el mismo que el de la gente que me rodea. ¿Vivimos todos el mismo “ahora”? Al margen de que algunos, martilleados por el sistema social y sus problemas, no son conscientes de sí mismos, los que lo son no creo que todos perciban el tiempo de la misma manera. Para algunos leer esto se puede hacer tedioso, aburrido y largo; para otros ha sido interesante y fugaz en el tiempo, se les ha hecho corto. Pero eso son solo percepciones de cada uno, porque ese “pasado, presente y futuro” que ha transcurrido mientras leían este contenido ha sido el mismo para los dos lectores desde un observador fuera ellos, pero en sus mentes, en sus cerebros ha transcurrido más lento o más rápidamente.
Parece que concluimos que el tiempo es una percepción de nuestra consciencia, pero Einstein complicará esta percepción explicando que el tiempo transcurre más lentamente para alguien que se halla en la entrada de un rascacielos que para alguien que se encuentra en lo alto de él. El tiempo es más lento para un habitante del Polo Norte que un habitante del Ecuador. Pero es tan mínimo que pasa desapercibido en sus vidas cotidianas. En el espacio la cosa se complica más, pero hoy no entraremos en ese aspecto de la relatividad general. Ni tampoco en los viajes en el tiempo, dado que si el tiempo no existe y solo es una ilusión, tampoco podemos viajar en el tiempo o el hecho de no poder viajar en el tiempo nos demuestra que el tiempo no existe.
Es él ahora lo que me perturba, me incordia y me incomoda porque ese ahora sí que fluye, hasta el punto que o es un instante infinitamente pequeño, o el pasado salta directamente al futuro. Y si es infinitamente pequeño se convierte en una cuestión cuántica, en un cerebro cuántico del que ya he hablado otras veces para defender que somos seres cuánticos.
Imaginemos que podemos viajar en el tiempo, al pasado o al futuro, me es indiferente el lugar, porque lo que me planteo es allí, en ese pasado o futuro, nosotros estaremos en nuestro presente, seremos un “presente” en el pasado o en el futuro. Un presente no solo mental y de consciencia, sino físico, porque también estamos físicamente en el pasado o el futuro. ¿Eso perturbaría el universo? ¿Crearía un vacío en nuestros mundo presente? Creo que ambas cosas. ¿Habría en física cuántica un entrelazamiento entre esos dos presentes? ¿Si viajamos hacia el pasado nuestras moléculas adquieren la estructura que tenían en ese pasado? De ser así viajar al pasado es rejuvenecer y viajar al futuro envejecer.
Me pregunto si el cryonauta muerto que está en su capsula hibernado, está en el pasado, presente o futuro. Me pregunto dónde estoy cuando sueño, si el mundo onírico también tiene pasado, presente y futuro. Y si esos estados tienen algo que ver con el sueño lúcido.
Llego al final con la convicción de que no existe el presente, pero tampoco el pasado, ya que no lo puedo modificar, y si no puedo cambiarlo es que ya no existe, solo es un recuerdo entre el pensamiento del presente y el futuro. ¿Dónde estamos entonces? Vivimos un futuro que se va realizando continuamente, en una superposición cuántica, en un sistema que existe en una mezcla de estados. Si nos acogemos al Principio de Incertidumbre de Heisenberg y lo comparamos al dilema del ahora, nos manifestaría que nunca podremos conocer simultáneamente si estamos en el presente o en el futuro. Igual que dualidad cuántica impide observar la materia con sus dos apariencias simultáneas (onda o partícula), tampoco podemos observar si estamos en el presente o en el futuro. En el momento que observamos el presente, ya es futuro, un futuro que existe en todas las condiciones posibles, incluso las más absurdas.
El lector puede pensar que lucubro, que todo son tribulaciones, y especulaciones. Pero esto ha sido un ejercicio de pensamiento singular, algo que deberíamos practicar para adiestrar nuestras neuronas, para desarrollar sus sinapsis, para pensar en cosas más importantes que las banalidades de la vida.
[1] La onda que acompaña a toda partícula subatómica. La materia se compone de partículas puntuales, la probabilidad de encontrar la partícula la da la función de onda. Toda la mecánica cuántica está formulada en términos de estas ondas.