OVNIS, ALIENIGENAS Y DIOS
Creo, con bastante legitimidad, que no estamos solos en el Universo. El descubrimiento de los exoplanetas ha reforzado esa creencia, las probabilidades matemáticas son abrumadoras y ahora los avistamientos empiezan a ser considerados como fenómenos que merecen ser investigados. No me refiero a los argumentos sobre la astro-arqueología seudocientífica, en la que muchos buscadores de la presencia de alienígenas en la antigüedad, han publicado libros en los que han defendido hipótesis que carecían de todo sentido académico. También he estado en contra de esas historias de abducciones en las que sus protagonistas son siempre sujetos algo cortos de ideas. Ahora tenemos más testimonios de ovnis, tal vez por el hecho de que cada uno lleva un móvil con cámara fotográfica y grabadora de video, y se han convertido en una proliferación de captadores ha permitido plasmar cientos de avistamientos con un testimonio gráfico verdadero. La gente ha fotografiado ovnis desde aviones, entre montañas, en el horizonte de sus pueblos y ciudades, incluso hoy gozamos de las pruebas que han aportado los aviones de militares en sus imposibles persecuciones por el espacio aéreo. ¿Qué está sucediendo ahora? De pronto unos objetos que para las autoridades no existían o eran fotografías trucadas, se convierten en un fenómeno del que se desconoce su origen. Antes cualquiera que osaba hablar de alienígenas u objetos volantes, era el hazme reír de todos. Hoy oímos y vemos declaraciones de astronautas, pilotos militares, jefes de servicios de inteligencia tan prestigiosos como el Mossad, científicos, etc. Los micrófonos y las cámaras están abiertas para todo el que quiera explicar su experiencia. Hoy ya nadie te requisa tu material fotográfico, ni te recomienda que no hagas comentarios porque tienes un buen trabajo y podrías perder tus posibilidades de ascenso.
Se trató durante años de que el tema de los ovnis se convirtiese en algo “secreto”, pero nada pudo impedir que el tema proliferase en libros, conferencias y películas de Hollywood. Luego vino un periodo de transición hasta que se popularizaron los móviles y sus propietarios exploraban cada día los cielos en busca de aquellas luces y aquellos objetos que nos curioseaban. Nos encontramos en el año 2021 y parece que lo habitual es toparse con algo raro en el cielo. Da la sospechosa intención de que los gobiernos ya sabían de qué se trataba y que han estado dosificando esa realidad para no tener que enfrentarse con algo que les preocupa mucho: admitir que existen otros seres inteligentes y que no están observando.
Para muchos habitantes de este planeta la existencia de seres extraterrestres no les causa ninguna preocupación, pero para aquellos que están arraigados a aspectos religiosos, significa el fin de sus creencias. Ya explique en otra ocasión que hace unos años, el director de la NASA, reunió en la biblioteca de Washington a medio centenar de conocidos investigadores y comentaristas – entre los que había teólogos, físicos, sociólogos, psicólogos, filósofos, etc. – para que concluyeran que podría pasar en nuestra sociedad si se anunciase que existen los extraterrestres y que están ahí fuera observándonos. Un amigo psicólogo que estaba en esta convocatorio me explico que las conclusiones de las opiniones convergían en el schok que podría ocasionar a la población civil, especialmente creyente y religiosa, así como el derrumbe de ciertos valores conservadores que une a las familias.
Todo parece indicar que todos esos objetos son de seres inteligentes que nos observan, seres con otros valores, otro tipo de inteligencias, y tal vez, otros mitos y creencias o ningún mito y creencia.
Ahora ya no es el momento de preguntarse quienes son, o de dónde vienen o si son nómadas del espacio. Es ahora de empezar a preguntarse que están esperando para contactar con nosotros. Tal vez ya lo han realizado con algún gobierno, tal vez están terriblemente confundidos al ver cómo, en continuos conflictos armados, nos matamos estúpidamente los unos contra los otros, o como prolifera en el planeta una violencia gratuita con una corrupción insaciable. Tal vez no comprendan nuestros sistemas capitalistas y comunistas, o entre ellos mismos tengan prohibido contactar con civilizaciones inferiores. Tal vez les preocupa el contacto con seres cargados de virus y bacterias, al margen de la pandemia actual. Tal vez saben que sus respuestas a las preguntas que les formularemos sobre la existencia de Dios, el concepto de la vida, nuestra existencia, la muerte, van a ser contestaciones demoledoras y crearían más violencia social, incluso para algunos fanáticos religiosos serían acusados de ser demonios y exigirían matarlos.
Pueden existir otras razones para justificar ese contacto que se alarga mientras nos inquietan revoloteando por nuestros cielos. Puede que su inteligencia sea más compleja y regida por mecanismos cerebrales que no comprendemos. Puede que no somos interesantes para ellos y que sus naves circulen por nuestros cielos como turistas espaciales que estudian las diferentes civilizaciones del Universo.