El oscuro futuro que viene
No soy optimista, ya sabéis un pesimista es un optimista con más información. ¿Os habéis dado cuenta de que los acontecimientos que se están produciendo, al ser tan repetitivos e insistentes, ya no les prestamos atención o sensibilidad?
A no ser que ocurra algún acontecimiento inesperado, a no ser que descubra una nueva fuente de energía, a no ser que cambiemos nuestra escala de valores, que aparezca un nuevo sistema social… el futuro que se avecina o parte del presente en que estamos es caótico.
En esta ocasión hablaré del lado oscuro que viene, pienso que parte de él podemos superarlo, no todo. En otra ocasión hablaré del lado “luminoso”, aunque también va ocasionar terribles desajuste y cambios perjudiciales para una gran parte de la población.
Digan lo que digan el cambio climático ya es imparable, tendremos que afrontarlo con sus consecuencias. Cada día se derriten icebergs del círculo polar, el deshielo es evidente. No hay más huracanas, ni más tifones que antes, pero su fuerza es cada vez mayor según muestran las estadísticas. Y las causas de estos fenómenos ya no las podemos remediar.
Cada día están más contaminados los ríos, mares y océanos. Esta contaminación afecta a la fauna marina y su pesca. Cada vez determinadas especies comestibles llevan más mercurio y otros elementos tóxicos en sus entrañas.
El agua de los ríos contiene cada vez más arsénico y otros minerales tóxicos que convierte sus aguas en no potables. Respecto a los pozos cada vez hay que profundizar más para encontrar agua y en ocasiones, los niveles freáticos están contaminados. El problema de agua se agudiza de una forma exponencial.
Las ciudades tienen en su atmósfera cada vez más CO2. Los problemas respiratorios y alérgicos en los ciudadanos son cada vez más alarmantes. El smog y otros efectos ya es algo habitual. Todo ello limita la vida de los habitantes de las grandes urbes.
La desforestación está llegando a las grandes selvas, como la de Amazonas, no estamos cargando el pulmón de la Tierra.
Nuestro ganado está alimentado descontroladamente, está cargado de antibióticos, y productos dopantes para engordarlo. Nuestra producción de animales para la alimentación es cruel y propensa a infecciones. La cría de terneras, vacas, etc., produce costes cada vez más elevados en la producción de piensos, y terrenos contaminados. Muchas enfermedades son consecuencia de los alimentos y los productos conservantes. Los responsables de la sanidad mundial temen, más que nunca, la aparición de un virus letal e incontrolado.
Las migraciones son cada vez más frecuentes y, al margen de las enfermedades que pueden traer, están creando malestar en las poblaciones autóctonas. Su cultura es diferente, sus costumbres y creencias también, así como su gastronomía y enfermedades… toda una serie de elementos idóneos para crear rechazo y enfrentamientos. ¿Hasta cuándo soportarán los autóctonos que viven de una pensión mediocre que se mantengan a gente venida de fuera y ellos cobren un escaso paro o una miserable jubilación? Por esta y otras razones las manifestaciones serán cada vez más frecuentes, aumentará la protesta popular, y empezarán a producirse revueltas en barrios de las grandes ciudades. Tarde o temprano, si el sistema no cambia, determinados colectivos, jóvenes sin trabajo, mujeres, ancianos y ancianas van a salir a la calle. Lo que ha ocurrido recientemente en Alemania es un aviso de algo que se puede generalizar.
Las protestas van a llevar a “estados policiales”, a policía represiva, a mayor contundencia en las actuaciones, y a la posible aparición de organizaciones rebeldes al sistema actual.
La pérdida de puestos de trabajo por la robotización, los despidos, el cierre de empresas ante un nuevo paradigma laboral, la inestabilidad financiera y monetaria, es otra de las amenazas a las que nos vamos a enfrentar.
El tráfico de armas se extiende, la inseguridad callejera y la necesidad de seguridad en las viviendas lleva a la necesidad de armarse. Uno de los negocios más prósperos va a ser el mercado negro de armas, especialmente en 3D.
Los partidos políticos van a tender a radicalizarse cada vez más. La población ante el miedo, va a terminar por aceptar esta radicalización, de la misma manera que los estados de excepción.
Cada vez existirán – en realidad ya existen – guetos para los ricos. Urbanizaciones protegidas por alambradas y su propia vigilancia particular. Edificios inaccesibles al ciudadano medio, clínicas para los más afortunados económicamente. Así como acceso a medicamentos para longevidad, inteligencia y belleza.
La alimentación de calidad sólo será para los financieramente más afortunados. Habrá una comida para los pobres, y otra para para los ricos. Determinados productos, especialmente bebidas de calidad, exquisiteces, solo serán accesibles para una parte de la población.
La gente va a tener cada vez menos fe en determinadas religiones especialmente en el catolicismo donde los seminarios están casi vacíos. Las creencias tienden a la baja, y con ellas las esperanza en “algo”. Surgirán sectas que ofrecerán otra clase de creencias, grupos de espiritualidad o de psicologías avanzadas. Nuevos gurús y vendedores de mitos. Por una parte el ateísmo aumentara y por otra las religiones se radicalizarán.
No nos dejemos engañar, este es el panorama que viene, o mejor dicho en el que ya nos encontramos. Ya no hay marcha atrás, solo podemos poner “parches” y esperar a que la ciencia o la tecnología, nos sorprendan con un “milagro” innovador que cambie el mundo. Aunque muchos habitantes de este planeta ya están, irremediablemente, condenados a la pobreza, la ignorancia, el sufrimiento, las enfermedades y la malnutrición.