Este fin de semana he podido comprobar que mucha gente no se ha aclarado con el tema de las ondas gravitacionales, creen que es algo exclusivo de los agujeros negros, cuando estos solo han sido los productores que han servido para captarlas, de la misma forma que hubiera servido la explosión de una supernova. Trataré de explicar que son de la forma más sencilla y amena.
Hace 1.300 millones de años, en un lugar del espacio más allá de la Gran Nube de Magallanes, dos agujeros negros, 36 y 29 veces más masivos que nuestro Sol, empezaron a atraerse vorazmente y acercarse cada vez más el uno al otro. Al mismo tiempo que se producía este alarmante acercamiento, aumentaba la velocidad de sus giros, hasta el punto que, en sus instantes finales, giraban casi a la velocidad de la luz.
Llegó un momento que ambos agujeros negros se fusionaron, o tal vez uno engulló al otro, convirtiéndose en un solo cuerpo con una masa 62 superior a la de nuestro Sol. El encuentro había originado que, un equivalente a la masa de 3 soles se convirtiese en una ola de energía, unas ondas gravitacionales que han servido para detectar este gran y monstruoso acontecimiento acaecido en nuestro universo. Los dos agujeros negros habían desprendido tanta energía como la que podría desprender nuestros Sol en quince billones de años, si viviese tanto tiempo.
Las ondas gravitacionales detectadas pertenecen a este suceso nada común en nuestro universo, por tanto singular. Quiero recordar que también la explosión de una supernova nos habría enviado estas vibraciones de energía.
Si en la Tierra damos una palmada con las manos, se produce una onda de aire que hace vibrar la membrana de los oídos de las personas que están cerca de este golpe de manos, pero en el espacio exterior no hay aire, solo un inmenso vació por donde no se propagan los sonidos, pese a ello, el encuentro de los dos agujeros negros produjo una perturbación gravitatoria, un «chasquido» de apenas dos décimas de segundo que hoy, 1.300 millones de años después hemos captado.
En el lugar de los hechos, en ese punto de singularidad, la fusión de dos agujeros negros produjo que el tiempo se acelerase y se retrasase, mientras el espacio se contraía y se extendía con gran violencia. Una serie de fenómenos físicos increíbles, casi inentendibles, algo que se escapa a la comprensión ortodoxa de la existencia de un espacio estable y un tiempo que sólo se mueve hacia adelante. Las ondas gravitacionales de esta fusión de agujeros negros han llegado silenciosamente hasta nosotros en forma de «arrugas» del espacio, que se desplazaban como los círculos de un lago cuando una piedra impacta en su superficie perturbando la quietud de sus aguas.