Nuestra realidad forma parte de un mundo cuántico, estamos formados por moléculas que, a su vez, son átomos que están constituidos por partículas cuánticas, en resumen somos quarks. Nuestro cerebro, que da instrucciones al resto del organismo, no deja de ser un proceso químico en el que intervienen las partículas cuánticas. Somos una dualidad, un conjunto de moléculas que constituyen un ser a escala real y son, a la vez, parte de un mundo subatómico.
Este nuevo paradigma de nuestra dualidad en dos mundos nos lleva a determinar los siguientes paralelismos: Nos podemos predecir nuestro futuro ni a escala real ni en mecánica cuántica donde nunca se sabe como se comportará una partícula. Las partículas que nos constituyen, por paradójico que parezca, peden estar en dos lugares a la vez. Por otra parte somos probabilidades, existimos por un azar de miles de probabilidades que han sufrido un tortuoso recorrido evolutivo para que nosotros estemos aquí. De hecho cada uno de nosotros hemos competido con 80 millones de espermatozoides para estar aquí, somos una probabilidad de 1/80.000.000. Según como se mire es la primera carrera que hemos ganado.
A nivel de nuestra escala existen casualidades, pero también causalidades, y en algunos aspectos existen un determinismo. Por ahora está escrito, por ejemplo, que tenemos que morir. En un futuro del mundo habrá que verlo. Sobre este tema de la inmortalidad realizaré un bosquejo otro día.
Vivimos, tanto a nivel de nuestra escala como a nivel cuántico, en incertidumbre. En ambas escala se cumple el principio de incertidumbre de Heisenberg, a nivel real o consciente se manifiesta en forma de dudas e inseguridades.
El tiempo es una ilusión a nivel de nuestra escala y a nivel cuántico. Sólo vivimos un eterno presente un “aquí y ahora”. La no-localización de la mecánica cuántica, nos muestra esa capacidad de influir a cualquier distancia, una capacidad que también puede que tengamos los seres humanos, ya que se supone que nosotros y toda la materia del universo estamos conectados con los más lejanos confines del cosmos a través de ondas. Un hecho que nos anticipa Michael Talbot cuando nos sugiere que la mente humana puede afectar a la materia.
Finalmente cuando actuamos, cuando observamos algo, estamos cambiando la realidad. Con nuestros actos cambiamos el entorno. No podemos observar el nivel cuántico sin influir en él, de la misma manera que no podemos observar el mundo que nos rodea sin afectarlo.