No he visto la película Noé de Darren Aronofsky, director de origen hebreo como la mayoría de los directores de temas bíblicos de Hollywood. El controvertido papel de Noé lo interpreta Russell Crowe, y digo “controvertido” porque si el guión de la película se ajusta al Antiguo Testamento nos enfrentamos a un Noé alcohólico que termina acostándose con sus hijas. Un personaje que comete incesto entre trago y trago ayudado por la colaboración de sus hijas que lo emborrachan impunemente.
Como todos los de mi edad he visto esas grandes producciones de Hollywood: Los diez mandamientos de Cecil B. DeMille; La magistral Ben-Hur de W. Wyler con una carrera de cuadrigas insuperable; La túnica sagrada estrenada en Cinemascope en la Sala Gran Vía de Barcelona, y Rey de Reyes. Luego vino Scorsese con La última tentación de Cristo y el ultraderechista Mel Gibson con su sádico film: La pasión de Cristo. De Aronofsky sólo he visto La fuente de la vida, una producción de ciencia-ficción en la que el director nos revela el peligro de las disfunciones psicológicas en la mente humana que puede producir el espacio exterior.
Dicen los críticos de Estados Unidos que Noé es una película que arranca como Mad Max y que está destinado a esos 46 millones de creyentes cristianos que tienen en su país. Lamentablemente este tipo de películas no contribuyen a esclarecer de una forma científica el legendario mito del “diluvio universal”.
Se debería explicar que en todas las civilizaciones han tenido sus diluvios, que no han sido otra cosa que grandes lluvias e inundaciones en zonas determinadas de nuestro planeta. En todos los continentes se produjeron diluvios locales que duraron días y más de un mes, de los que encontramos narraciones en China, África, Japón, India, Oriente Medio, etc. Hoy aún tenemos diluvios en la India y lluvias torrenciales en Alemania, New Orleans, etc. La verdad es que no hay pruebas geológicas de un diluvio universal desde que existen los seres humanos, la estratigrafía terrestre es un libro en la datación de los acontecimientos en nuestro planeta y esa página no consta.
También se debería explicar la imposibilidad de construir un arca en la que pudiéramos colocar dos ejemplares de cada especie de animales que existen en nuestro mundo; además del alimento necesario para sustentarlos durante 40 días. Es una utopía, o como diría Hans Kung un relato infantilizado.
Por otra parte la historia de Noé en el antiguo testamento parece “fusilada” de otras historias anteriores, de otros “noés” que aparecen en tablillas sumerias y acadias muy anteriores a la redacción del Antiguo Testamento. Me refiero a tablillas de barro que datan del 1900 a. C., en las que se narran leyendas similares con diluvios y arcas que salvan a sus personajes. Como la historia sumeria de Enki; o la historia de Ziusudra del 1600 a. C.; o de Atrahasis del 1635 a.C.; y Uta Napishtim de los poemas de Gilgamesh. Todos ellos personajes que fueron alertados por sus dioses de un diluvio y que construyeron arcas para salvarse. Incluso uno de ellos suelta una paloma como haría Noé. Leyendas sumerias y arcadias en las que los ufólogos desbordan su imaginación viendo la presencia de extraterrestres haciendo de hombres del tiempo y alertando a los humanos de la llegada de una fuerte borrasca.