Siete especialistas sísmicos han sido condenados en Italia por no preveer algo que es imprevisible: el seísmo que asoló L´Aquila el 6 de abril de 2009 y causó 309 muertos.
Se trata de un proceso dudoso y tendencioso donde algunas instituciones han aprovechado para realizar un proceso paralelo contra la ciencia. La condena ha originado la protesta de la comunidad mundial científica y dimisiones dentro de los organismos científicos oficiales de Italia.
El grupo de asesoramiento condenado no consideró que tras los primeros temblores se pudiese originar un seísmo de mayor escala, en un lugar que es de riesgo sísmico. Se puede preveer que se producirá un temblor de tierra en California o en los Pirineos españoles, son temblores que entran de lleno en la probabilidad, están cantados; lo que no se puede preveer es cuándo ocurrirán.
Un temblor de tierra depende de muchos factores: de la deriva continental, de la energía geotérmica, del movimiento de placas tectónicas y de las erupciones de volcanes y un largo etcétera. Es algo casi imposible de predecir en el tiempo, los lugares están claros debidos a sus fallas.
Los especialistas italianos bajaron el nivel de alerta y fueron sorprendidos por una sacudida mayor. Podría haber sucedido que anunciaran una catástrofe, cosa que no se puede preveer en el tiempo, y que no hubiera ocurrido nada. Entonces estarían acusados de provocar alarma y de haber originado gastos de evacuación.
Un temblor sísmico es imprevisible, es como una nova que explota en el cielo o una erupción solar. La sentencia italiana pone entre la espada y la pared de la comunidad científica y abre una brecha para que los detractores de la ciencia hagan procesos paralelos.