No estamos hechos para explorar el espacio.
Entre 1486 y 1558 Ulrico de Maguncia realizaba unas profecías bastante acertadas en las que describía la llegada del hombre a la Luna y el desolador paisaje que se encontraría. Con un error mínimo de dos años destacaba: “En el sexto decenio, año VII (1967) un nuevo Cristóbal Colón desembarcará en una tierra de aridez absoluta. Su nave, concebida para alcanzar la isla del oro, no llegará sin embargo más que a la Isla de la Nada. Porque en el lugar al que llegue no existirán plantas ni animales ni vida de ningún género. Quemado por un fuego infernal, helado por un frío más que mortal, el temerario conocerá terrores incontables”.
No cabe duda que los astronautas que pisaron la Luna, estuvieron sujetos a altas y bajas temperaturas como destaca la profecía de Ulrico de Maguncia. No sabemos si conocieron “terrores incontables”, porque nunca nos han dicho toda la verdad de lo que vieron, y que fue censurado por la propia NASA.
El ser humano está constituidos para vivir en la Tierra, a una altura determinada, fuera de las profundidades marinas, con una atmósfera determinada y unas temperaturas adecuadas. Cualquier ensayo que hagamos para ocupar otro hábitat precisa la utilización de tecnologías – submarinos, aviones, máscara de oxígeno, trajes especiales, etc. – para sobrevivir. La necesidad ha creado los órganos precisos para el lugar y las condiciones precisas.
Ahora vamos a intentar acceder al espacio, el medio más hostil y peligroso de todos los que nos rodean. Un lugar con un frío extremo, ausencia de atmósfera, microgravedad, constante bombardeo de micro-meteoritos y exposición a los rayos cósmicos.
La radiación en el espacio es continua y muy perjudicial para la salud humana, especialmente el cerebro, donde puede producir perturbaciones cognitivas importante y de duración indefinida.
Hoy por hoy, la ISS está a unos 400 Km de altura y se beneficia de la protección del campo magnético terrestre. Pero ahora queremos navegar hacia la Luna y Marte, e instalar en esos áridos lugares colonias lunares. Precisaremos largos viajes que nos dejarán expuestos a los rayos cósmicos galácticos de núcleos atómicos ionizados. Y aún estamos de suerte, ya que vivimos en un brazo de la galaxia en la que no abundan muchas estrellas, si estuviéramos viviendo cerca del centro tendríamos que ser seres acorazados para resistir la terrible radiación que existe por la abundancia de estrellas.
Para viajar por el espacio va a ser necesario blindar las naves que transporten a los astronautas, pero por ahora lo único que detiene la radiación es el plomo, cuyo peso encarecería los lanzamientos. Es necesario buscar nuevos materiales más ligeros.
Los rayos cósmicos, que impregnan el cosmos de una forma uniforme, producen un desgaste en los tejidos humanos, ionizan los tejidos biológicos, rompen los enlaces moleculares y crean radicales libres que destruyen el ADN. También se ha comprobado que afectan a la memoria y al comportamiento, algo impensable en unos astronautas que tienen que tomar decisiones o resolver problemas de navegación, aterrizaje, y todos los que se presentan en las misiones espaciales. Si un astronauta está expuesto durante un año, la duración media de un viaje a Marte, puede ver afectadas sus cualidades cognitivas.
Considerando imposible el blindaje de plomo por el peso que representa, se buscan soluciones como crear un campo magnético alrededor de la nave espacial. Tendría que ser un campo del orden de 20 teslas, y es posible que pudiera crear algún efecto en el organismo humano… no podemos exponernos a que el remedio sea peor que la enfermedad. Queda la solución de medicamentos a base de antioxidantes, es decir, que neutralizasen los radicales libres, sustancias químicas que consolidaran los circuitos neuronales y los protegiesen, pero los laboratorios aún no han desarrollado esta farmacopea.
Es el inicio de una nueva aventura y, en este año 2018, vamos a asistir a las primeras tentativas con lanzamientos de grandes cohetes capaces de llegar a Marte. Al despegue de las futuras colonizaciones y de la minería espacial.
Nos enfrentamos a nuevos retos y contingencias. Considerando que desconocemos nuevos peligros que pueden acaecer: Lluvia de meteoritos y micro meteoritos, radiaciones desconocidas, efectos paranormales, perturbaciones psicológicas, micro-organismos invasivos, campos de atracción desconocidos, mutaciones inesperadas y encuentros con otros seres. Todo este panel es distinto al de nuestras primeras exploraciones terrestres por los inmensos desiertos, por las profundidades marinas, por las oscuras cavernas y las selvas amazónicas; estas última con sus miles de insectos, su calor húmedo agobiante, su barrera de vegetación con el alérgico polen, incluso con el encuentro de jíbaros reductores de cabezas… ¡vete a saber lo que serán capaces de reducir los alienígenas!