Me pregunta un amigo si no han existido mujeres 007, espías con licencia para matar. Naturalmente que han existido, pero a veces es más fácil “encandilar” que eliminar. Las mujeres en el espionaje dominan el arte de sonsacar los secretos más bien guardados, ejemplo de ello lo tenemos en Mata Hari y otras muchas. Las mujeres son intuitivas y saben atacar el eslabón más frágil del enemigo.
Las leyendas más antiguas ya nos narran la historia de Merlín, mago capaz de forjar la poderosa espada Excalibur, que sucumbe enamorado de la traidora y perversa Nimue que le sonsaca los secretos de su magia, y lo traiciona haciéndole morir humillado bajo el peso de una enorme piedra.
Una mujer quizá no pueda caminar 50 kilómetros diarios cargada con una mochila, pero si puede perfectamente colocar una bomba en un coche o dispararle a un individuo en plena calle. Si nos fijamos en lo que ocurre hoy en cuestión de terrorismo, vemos que las mujeres juegan un papel importante.
Pero antes de eliminar es más interesante engatusar y hay informaciones que sólo con la habilidad de una mujer o la sensibilidad de un homosexual podrán ser sonsacadas. Hombres inteligentes que se consideraban muy por encima de los avatares amorosos han sucumbido y han sido destrozados por la pasión, han traicionado a su patria y sus propias familias. El vademecum de la profesión recuerda que los sentimientos y emociones nunca deben dominar, jamás se debe confiar en un amante.
El espionaje tiene una historia oscura que, sin lugar a dudas, está relacionada con el sexo. Sobre la utilización de mujeres en el espionaje explicaba Marcus Wolf, el que fue jefe de la STASI en la antigua Alemania Oriental, que “en este terreno hicimos lo que todos los servicios del mundo: utilizar a las mujeres para acercar a los hombres y ganarlos para nuestra causa. Con algunas de ellas hasta el Papa hubiera trabajado para nosotros”. STASI colocó cientos de secretarias espías en los ministerios alemanes, secretarias que con sus favores sexuales encandilaron a cientos de políticos.
En la Biblia, donde se demuestra que el espionaje es la segunda profesión más vieja del mundo, tenemos clara utilización de las mujeres en este oficio, en escándalos sonados como los de Salomé, Judit o Dalia, está última paso a la historia como la encarnación de la profesional embustera y traidora.