Aprovechando los cincuenta años de James Bond, realizo en esta ocasión una precisión sobre el personaje de Ian Fleming y la realidad.
James Bond no es un espía, es una mezcla de agente de operaciones especiales e infiltrado con licencia para “executive action” eufemismo de asesinato. Un espía es un “agent in place”, “topo” en la jerga de la CIA, un “captado”, como lo fueron Kim Philby, Guy Burgess o Antony Blunt, verdaderos buenos espías que por antonomasia eran dobles, agentes que traicionaron a su patria, ¿pero quién entre nosotros no ha traicionado alguna vez a alguien o algo más importante que la patria? En cualquier lugar no hay un solo hombre que no parezca un traidor en cuanto se empieza a hurgar en su biografía.
El agente 007 es un miembro leal al MI5 rodeado de acción. Hoy muchos agentes se han convertido en simples traficantes de información estrictamente confidencial, buscadores de documentos, a veces son individuos de doble y triple moral. Están los que practican las “cover action”, acciones secretas que tratan de influir sobre gobiernos u organizaciones determinadas. Otros son analistas de documentos y los hay que a miles de kilómetros, tras una pantalla de un monitor, observan, siguen y asesinan con un misil. Incluso hackers que intoxican redes con virus. Referente a las víctimas de estos agentes con licencia para matar, dicen en los círculos del espionaje que el hombre que tiene todos los números para que lo maten, es el hombre de costumbres fijas. Los expertos en protección sienten una inevitable piedad por los que usan siempre el mismo coche, pasan siempre por las mismas calles y duermen siempre con la misma mujer. Especialmente este último detalle, dicen los entendidos franceses de la profesión, que suele tener efectos letales incluso a medio plazo.
Creo que hoy ya se han acabado las secuelas del agente 007 con sus hazañas olímpicas, sus sofisticados y fantásticos instrumentos. Nada más alejado de la realidad, si hoy existiera 007, posiblemente padecería SIDA.
El espionaje sigue teniendo porvenir, siempre se necesitaran hombres que vigilen a otros hombres. Siempre habrá un agente doble, un traidor. En la profesión siempre se pone el ejemplo de Jesús, que sólo tenía a doce, y uno de ellos era un agente doble.