La pesadilla que viene: Neurotecnología
Cualquier avance de la humanidad tiene sus aplicaciones buenas y su utilización en el lado malo. De nada sirve poner leyes, firmar acuerdos, protocolos o pactos si no lo hacen todas las naciones, y en cualquier avance siempre habrá algún país que se descolgará de cualquier acuerdo mundial.
De nada han servido las leyes sobre biogenética cuando los mismos laboratorios se han instalado en países que permiten toda clase de experimentos, como el caso de los telómeros y su prohibición en EE.UU, tema del que ya he hablado en otras ocasiones.
La neurotecnología no está sujeta a ningún tipo de restricciones, de ahí que cuando DARPA vio que en unos laboratorios de Columbia había desarrollado una prótesis visual inalámbrica con un millón de electrodos y que permitía conectar a una persona a la red, se apresuró a financiar el invento para aplicarlo a soldados y dotarlos de destrezas sobrehumanas.
El interfaz cerebro-computadora, como los futuros iPhone, es el campo en el que más se está invirtiendo en investigación. La comunicación cerebro-ordenadores tiene un gran futuro. Facebook ha invertido mil millones de dólares; Microsoft otros mil millones en IA; Elon Musk 100 millones en Neuralink dedicada a la implantación de chips y cables en el cerebro para aumentar su potencia. Google invirtió 2.500 millones en Calico, empresa que estudia como transferir un cerebro humano a un avatar y hacerlo inmortal. Y otros muchos laboratorios que trabajan silenciosamente sin hacer públicos sus avances.
Podría citar más de una docena de logros conseguidos que parecen sacados de novelas de ciencia-ficción. Permítame el lector que cite unos cuantos sin dar como referencia el nombre de los laboratorios que me reservo para un libro en el que estoy trabajando. Por ejemplo se ha conseguido transmitir una palabra de un cerebro a otro que estaba separados por más 7.500 Km. Se ha conseguido ver imágenes de lo que piensa un sujeto analizando las ondas cerebrales que emite. Incluso leer palabras de lo que pensaba a través de la electroencefalografía. Se sabe, según qué parte del cerebro se “ilumina”, si el sujeto tiene miedo o se han desatado diversos sentimientos, incluso se puede calcular el grado de concentración o interés. El desciframiento de los neurodatos es el próximo paso, que ya empieza a ser posible, un paso con el que llegará el fin de la privacidad.
China y Estados Unidos son los pioneros en el campo de la neurotecnología. Los líderes de Pekín quieren mejorar sus cerebros y ven con buenos ojos la posibilidad de mejora sus cerebros mediante la neurotecnología o implantes de cirugía para quienes puedan económicamente someterse a conexiones que potencien sus cerebros a través de un ordenador.
Un retrato de Neuroamante o Un Mundo Feliz. Pero todo un cambio para el que no estamos preparados mentalmente y filosóficamente. Las máquinas nos pueden alargar la vida y hacernos más inteligentes, una vida más larga nos permitiría estudiar más carreras o simplemente disfrutarla. Pero corremos el peligro de que las máquinas (computadoras) no nos necesiten para nada y se conecten entre ellas para crear una “teocomputadora”.
Las nuevas neurotecnologías pueden terminar diluyendo nuestra identidad, tomar decisiones por nosotros y privarnos de “para nuestro bienestar” de todo tipo de sentimientos. Incluso nos enfrentamos a un mundo sin privacidad mental, en el que unos pueden leer la mente de los otros si su computadora y conexiones son más potentes.
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