Solamente el 1% de la masa del asteroide geo-crucero 2011 CG2, de 30 metros de diámetro, está compuesta de platino, lo que representan 60.000 toneladas de este metal, cuyo valor sería unos 2.400 mil millones de dólares. Y, como este asteroide, existen más de un millón, algunos de oro, iridio, plata, etc. Están todos los más importantes catalogados y controlados.
Esta realidad empieza a dar una idea de por qué Donald Trump ha firmado la Directiva 1 de Política Espacial. Hay varias razones por las que quiere volver a la Luna. La primera es porque Rusia, China y Japón se están preparando para hacerlo, y aquí hay también razones de estrategia militar. La segunda razón está en la minería espacial, en la Luna y en los asteroides geo-cruceros (los que cruzan la órbita de la Tierra). Se sabe que en la Luna existe platino, oro, agua y especialmente Helio-3 (elemento fuente de energía nuclear no radiactivo) con el que se cuenta como combustible para las naves espaciales del futuro. En los asteroides hay platino, agua y metales raros o exóticos entre los cuales abunda el grafeno.
Trump no ha destinado presupuesto para ir a la Luna – el Proyecto Apolo costó 165.000 millones de dólares -, cuenta con el sector privado que ya están desarrollando sus tecnologías para salir a la captura y explotación minera de estos cuerpos. Empresas como Planetary Resources del fundador de Google, Larry Page; Deep Space Industries; Astra (Asteroid Resource Assesment), Space X de Elon Musk, Moon Express (que enviará en 2018 un robot a la Luna para buscar minerales), Virgin, Blue Oregon, United Launch Alliance.
Pero la explotación de estos recursos está regulada por el Tratado General del Espacio conocido como la Carta Magna del Espacio, firmado en 1967 por 104 países, que regula la propiedad de la Luna y cuerpos espaciales, exactamente dice “otros cuerpos celestes”. Es decir, que existe una prohibición de explotación y minería espacial, y que sólo es permitida si los beneficios redundan en toda la humanidad. El artículo II indica que “el espacio extra atmosférico, incluyendo la Luna y los otros cuerpos celestes, no puede ser apropiado por una nación, ni ser declarada su soberanía, ni ocupación”.
Inmediatamente han entrado en acción los “picapleitos” de las empresas privadas que he mencionado anteriormente. Empresas que solo ven rentable la explotación minera con fines privados, extrayendo minerales, convirtiéndolos en propiedad y vendiéndolos.
Los abogados especialistas en temas espaciales recurren a una vieja estrategia para resolver este conflicto: la interpretación de la Carta Magna del Espacio. Para ello recuerdan que la prohibición se refiere a los 104 países firmantes, pero que no dice nada de empresas privadas, y la apropiación de recursos mineros por parte de estas. ¡Dónde está la Ley, está la trampa!
Otros avispados abogados aún afilan más, y plantean nuevos ángulos de ataque, por si falla el primero. Concretamente destacan si “un asteroide los suficientemente pequeño para ser desplazado y traído cerca de la Tierra: ¿Puede ser considerado como un cuerpo celeste?”. “¿Una simple roca, en algunos casos menor de 30 metros de diámetro, puede pretender el título de cuerpo celeste?”.
La Carta Magna del Espacio, de 1967, también se considera un documento obsoleto, ya que fue redactado diez años después del Spoutnik, en una época en que aún no se habían descubierto todos los satélites de los planetas, la existencia de Océanos bajo el suelo helado de los cuerpos del sistema solar, la existencia de exoplanetas, etc. Por tanto el documento precisa una actualización, una reforma.
Mientras se desarrolla el debate, las empresas privadas y algunas naciones se preparan para el disparo de salida. Será como la conquista del Oeste. Los exo-mineros de las empresas privadas sustituirán sus caravanas por complejos cohetes; los cohetes estatales será como el Séptimo de Caballería; cada uno de ellos llevará sus planos donde estarán cartografiados los asteroides con la evaluación de su composición; las primitivas herramientas, palas y picos, estarán sustituidos por aces sonoros o luminosos de láser que fragmentarán estos cuerpos espaciales recogiendo plata, oro, níquel, tungsteno, cobalto, osmio, pallidum, radio, etc.
A falta de una ley concreta se pueden originar conflictos en la propiedad de los asteroides. ¿Bastará con lanzar una sonda sobre un asteroide para señalar la propiedad, o será necesario el descenso de astronautas en su superficie? Son pequeños detalles pero que pueden originar conflictos entre diferentes compañías mineras o países.
El lector incrédulo me reprochará irónicamente que me faltan los indios. Pues no, ya que toda esta explotación minera no está exenta de que aparezcan alienígenas con sus leyes más antiguas, y en esta ocasión no serán cuatro apaches, siux, comanches, pies negros o cheyennes desarmados con miedo a los “cuchillos largo”.