Hemos construido un submarino que puede sumergirse pero, que no es seguro que pueda emerger, por un fallo de ingeniería naval.
Construimos el primer submarino íntegramente español, el S-80 y lo hacemos mal. Navantia, empresa naval española, convence al Ministerio de Defensa para, sin ayuda de empresas extranjeras, construir cuatro sumergibles tipo S-80, con un presupuesto de 2.200 millones de euros. Nadie discute que eso da un respiro a nuestra industria naval, son empleos. Pero resulta que, una vez terminado el primer S-80, llamado Isaac Peral, se han dado cuenta que pesa entre 75 y 100 toneladas más de lo previsto ¿Qué significa eso? Pues que ese exceso de peso compromete la llamada reserva de flotabilidad, que permite a un submarino sumergirse y emerger, llenado y vaciando los tanques. Total una pifia de la ingeniería naval que pagamos todos.
Ahora tendrán que modificar el casco, posiblemente alargándolo para mantener el equilibrio peso/tamaño. Eso significa, un sobreprecio del submarino que nadie se atreve a evaluar y un retraso en la entrega. El retraso en la entrega, tal vez dos años, representa alargar la vida de los submarinos actuales que iban a ser sustituidos, circunstancia que también representa un costo suplementario, entre 30 y 35 millones de euros. La Armada quiere obtener estos fondos suprimiendo otras partidas, por ejemplo, la compra de torpedos. Me pregunto ¿para que queremos submarinos si no tenemos torpedos? Total: “la coña marinera”.