Tenemos que cambiar el chip mental de nuestros valores sobre nuestra existencia y lo que somos verdaderamente. Seguimos pecando de las mismas creencias que los seres del medioevo. Somos antropocentristas, seguimos creyendo que somos una especie elegida en el Universo, que nuestra racionalidad es superior y que nos has sido dotada por un ser supremo.
No somos seres especiales, no tenemos nada superior, somos lo que la evolución ha necesitado que fuéramos para sobrevivir en este planeta en el que estamos. La Tierra no se adaptado a nuestros organismo, es el organismo que se ha adaptado a la Tierra. La necesidad ha creado los órganos necesarios para sobrevivir.
No estamos dotados para conquistar el espacio, por esa razón nos envolvemos de “burbujas” metálicas adaptadas a nuestras necesidades biológicas para poder volar fuera de nuestro planeta.
Pese a nuestros conocimientos seguimos sin saber nada concreto sobre nuestra existencia, sobre la razón de porque pensamos, de porque somos lo que somos. Nuestra soberbia nos hace creer que somos seres elegidos y los más inteligentes entre todos los seres del planeta, cuando los animales no son menos inteligentes que nosotros, son inteligencias diferentes, adaptadas a su entorno para sobrevivir.
Para respaldar nuestra gran superioridad como seres de este universo en el que vivimos, nos valemos de mitos y leyendas que nos narran historias en la que un ser supremo nos creó. Un argumento que nos da algo de fuerza para justificar nuestra presencia. Pero todo es vano, todo son historias cuyo contenido no se puede demostrar, cuantos maravillosos para calmar nuestra angustia personal ante un final inevitable que nos acecha a todos.
Ya nada puede refutar que no hay vida fuera de nuestro planeta, ahora sabemos que existen millones y millones de exoplanetas. Nada puede negar que hay objetos extraños en el cielo que nos observan, las pruebas son evidentes. Los escépticos alegan que si esos objetos contuvieran seres de otros planetas ya se habrían puesto en contacto con nosotros. Teniendo la tecnología que demuestran, viniendo de lugares del espacio que nosotros ni soñamos poder alcanzar, su forma de pensar será diferente, divergente, singular. ¿Por qué van a tener necesidad de contactar con nosotros? Tal vez no les interesamos, tal vez somos una especie muy inferior, tal vez somos como vemos nosotros a las hormigas.
No nos damos cuenta que “ellos” pueden existir desde hace cientos de miles de años, millones incluso, y que nosotros tan solo somos una violenta civilización bélica con unos pocos miles de años de historia. El pensamiento de estos seres extraterrestres es, con seguridad, diferente al nuestros, más complejo, con otros valores, con otra evolución, con otro razonamiento, con una evolución neuronal distinta que puede llevarles a un pensamientos divergente, discordantes, bifurcado, disparejo, incomparable.
Nosotros no somos más que unos tristes seres que han evolucionado mentalmente desde hace unos pocos millones de años. Sin embargo nos creemos que somos el centro de todo, que todas las evoluciones mentales llegan a nuestro estadio. Nos creemos que nuestra física ortodoxa y cuántica será igual en todas las rutilantes civilizaciones espaciales que existen. No consideramos que puede existir seres extraterrestres viajando por el espacio que no necesiten nuestras leyes físicas para transitar, que no hayan oído hablar de la física cuántica, que sus conceptos cosmológicos sean distintos. Seres en los que la bondad, la espiritualidad, la hermandad y la honestidad carezcan de sentido; seres que se guían por otros valores que nosotros desconocemos, seres que, por ejemplo, la intuición sea la base de su estructura cerebral.
Tenemos que cambiar el chip, tenemos que empezar a transmitir los conocimientos que tenemos como algo transitorio, temporal, momentáneo. No hay verdades eternas, solo hay caminos pasajeros; no hay creencias eternas, solo historias emocionales y circunstanciales. Cuando empecemos a considerar esta situación, nuestra forma de actuar será también diferente y entonces, empezaremos, tal vez, a ver con claridad nuestra presencia en este Universo.