Lo que más teme el Sistema es que utilicemos nuestro cerebro, que pensemos. Siempre ha demonizado la posibilidad de una mente superior, siempre ha creído que ya no evolucionaremos más y nos someteríamos a la rutina y repetición diaria. El Sistema no quiere mentes con fuerza, con impulsos que vivan, que perciban y sientan. El Sistema quiere espíritus encerrados en la materia. El Sistema ha demostrado que no puede llevarnos a un mundo mejor, tampoco quiere hacerlo. Solo nos queda la esperanza de que un acontecimiento chocante transforme nuestras decrépitas y obsoletas creencias, que lo barra todo. De una cosa todos estamos seguros, y es que el futuro no es lo que creíamos ni esperábamos.
Hoy solo nos queda nuestro cerebro y su evolución. Propongo la idea de volver a las antiguas fuentes del conocimiento, pensar en un retorno interior. Para ello tenemos que empezar a buscar en las profundidades de nuestro cerebro, tenemos que triplicar las conexiones de nuestras neuronas, activar nuestros pensamientos más allá del espacio y el tiempo.
Escuchad y veréis que existe una llamada interior, una voz que nos dice que en nuestro cerebro están todas las respuestas para liberarnos de un mundo absurdo cargado de sufrimiento.
Nuestro cerebro es energía, forma parte del todo y se comunica con el todo. Sin embargo, los problemas mundanos, los miedos, la ira, etc., nos impiden ser parte de esa comunicación que nos abriría las puertas a otras realidades.
El Sistema teme que accedamos a esa posibilidad y nos ha educado para competir en un mundo de falsa ilusiones. El Sistema, desde el medioevo, quiere tenernos en la oscuridad; nos hace creer que esta sociedad es la única posible, y trata de que seamos ignorantes del poder mental que tenemos. El Sistema nos ofrece claridad y un hipotético más allá tras la muerte. Nosotros queremos iluminación y un conocimiento en el aquí y ahora.
Tenemos que que ir más allá de los meros pensamientos, pensar en el pensar. Darnos cuenta que pensamos y experimentar ese gran acto como algo nuevo y novedoso, como un camino que nos lleva a otra realidad, a un lugar que impregne todo nuestro ser y nos haga sentir trasmutarnos.
En nuestro cerebro existe un estado de comunicación cuántico, ondas que están esperando que las sintonicemos para ofrecernos una armonía cósmica del todo. Conseguir eso es una nuevo paso de la evolución humana, un paso que nos convierte en dioses. Ese esfuerzo cerebral es nuestro objetivo más importante por que es lo real de la vida, mientras que la vida de vigilia, el mundo ordinario, es lo falso.
Sabemos que las cosas no son lo que parecen, que el mundo en que vivimos es una irrealidad ajustada por los pelos con leyes, teoremas y principios. Una irrealidad que frena nuestras posibilidades de transcender a otras realidades más verídicas, más interesantes, más enriquecedoras.
La búsqueda en nuestro cerebro es la máxima aventura existencial. Tenemos que detenernos a pensar, a reflexionar, a buscar puertas que abran los intrincados caminos del espacio y el tiempo. Tenemos que preguntarnos, sin miedo, que es la vida, que significado tiene nuestro paso por el mundo, intentar comunicarnos con el universo, con la vida ahí fuera, considerar la energía y las moléculas entes vivos, hay que intentar, ensayar, penetrar, insistir.
Nuestros cerebros esperan órdenes, instrucciones para extender más sus dendritas y axones, esperan que explotemos al máximo esa máquina, que la hagamos evolucionar y que la utilicemos plenamente porque somos dioses en potencia.