Me pide un amigo a quién no puedo decepcionar, y que aborrece a los estúpidos, que escriba algo sobre la estupidez y los políticos, y me remite el principio de Hanlon, que destaca “Nunca le atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez” y concluye que estamos gobernados por ineptos…pero muy ineptos.
Se ha escrito tanto sobre estupidez/políticos, y sin embargo como destaca Camus “…la estupidez insiste siempre”. Entre los libros de mi biblioteca hay varios sobre la estupidez; el “Puntuario de la estupidez humana”, del filósofo Savater; la “Historia de la estupidez humana” de Paul Tabori; “Sobre la estupidez” de Lowenfeld; “L´homme stupide” de Richet; “A short introduction to the history of human stupidity” de Pitkin; “Historia cultural de la estupidez” de Ráth-Vegh; “Sobre la estupidez” de Musil; y “La estupidez” de Glucksmann”. Casi todos hacen referencia a los políticos.
Con todo este material debería decir algo riguroso sobre la estupidez, pero es un tema, especialmente cuando se mezcla con la política que cada día me sorprende más.
Mi consejo primordial es que no nos rodeemos de estúpidos, los pensamientos inteligentes pueden resultar estúpidos si el marco en que se mueven es estúpido. Pienso que si estás rodeado de gente estúpida ya es malo, pero si te dejas gobernar por ella aún es peor. Un día habrá que hacer un balance sobre los estúpidos que nos han gobernado, será enciclopédico. También habrá que preguntarse por qué los intelectuales no han querido nunca el poder y entrar en política, otro día hablaré de este tema.
Sépase, como orientación, que el estúpido está muy solicitado en las reuniones mundanas. Incomoda a todos pero proporciona temas insulsos de conversación entre otros estúpidos. Al estúpido lo conocerás porque está rodeado de ceremonial, ofrece opiniones vacuas y rutinarias sobre todos los temas, viste como un empleado de sastrería del Corte Inglés, se considera un triunfador y está cerrado en sus viejos confines. Generalmente no crea nada, pero lamentablemente procrea.
Para finalizar Robert Burton, que como yo no cree en la felicidad, escribe una frase magistral en su “Anatomía de la melancolía”: Ser estúpido, egoísta y estar bien de salud, he aquí las tres condiciones que se requieren para ser feliz. Pero si os falta la primera, estáis perdidos.