Espiritualidad y lenguaje.
A petición de un amigo “vermutero” al que llamó M, iba tratar el tema de la espiritualidad, ese estado crítico que experimentan algunos seres y que conlleva una profunda transformación psicológica en la que todo nuestro ser queda involucrado. Pero me veo incapaz de entrar en un tema tan profundo. Así que hablare del lenguaje ya que es un tema que también abordé con M el mismo día.
Dice M que el lenguaje nos confunde, nos engaña y nos sumerge entre la falsedad y la verdad, y que en tanto no vayamos más allá de las meras palabras, no seremos verdaderos conocedores del contenido que expresamos.
Creo que el vacío está lleno de nuestras palabras que, al final, no tienen ningún sentido para la naturaleza. Cuando le hablamos a un interlocutor de un lugar señalado en un mapa con una cruz, presuponemos que entenderá que se trata de una X, pero si nuestro interlocutor es muy religioso pensará en una cruz cristiana, y si es un matemático en el signo de sumar. Lo que quiere decir que nuestras palabras son interpretadas de acuerdo con los conocimientos del receptor, y este, puede que esté en el mismo nivel que yo, o en otro; incluso en uno tan inferior que desconozca el símbolo de la cruz.
Siempre nos encontramos, en una conversación, con que no podemos afirmar con precisión que la otra persona nos haya comprendido, para ello su cerebro debería estar estructurado igual que el nuestro. En la comunicación entre humanos debe de existir la presunción de un significado idéntico de las cosas, sino es así, la comunicación no puede darse.
En la comunicación debe existir la presunción de un significado idéntico de las cosas, sino es así, la comunicación no puede darse. Dependemos de códigos, símbolos, signos cotidianos que fijan un lenguaje, que puede ser engañoso o que puede ser singular. Cuando somos singulares, nuestros interlocutores nos consideran fantasiosos o idos, solamente, por el mero hecho, que hemos dejado de ser ortodoxos y, o nos hemos ido por los cerros de Ávila o rompemos todo los rigorismos.
Destacaré que la singularidad es una forma de pensar diferente, una forma de ir más allá de la racionalidad.
Me insiste M que utilizamos el lenguaje para escondernos de los demás, para evitar que se nos conozca, se nos identifique. Cree mi amigo que el lenguaje separa a la gente, cuando su función es unirla. Y me recuerda que a veces estás con otras personas y no entiendes nunca lo que están diciendo. Es como sentarse en una mesa con varios informáticos que pueden estar horas hablando sin que un profano comprenda lo más mínimo de su conversación.
Un apunte final, en mis experiencias de EMC (Estados Modificados de Consciencia), he podido confirmar que el lenguaje es insuficiente para detallar una experiencia interior, son sensaciones fuera del espacio y tiempo, estados que sobrepasan la plenitud y te unen con un todo que no puedes describir. Para algunos científicos son estados emocionales que no existen, por el solo hecho que no se pueden demostrar, y olvidan que tampoco ellos pueden demostrar la existencia de números imaginarios.
Son estados que rayan la espiritualidad que no me he atrevido a abordar.