Dentro del lenguaje de la especialidad de neurología, se conoce con el nombre de “enriquecimiento ambiental” un estilo de vida activa que redunda en la salud del cerebro.
Ahora se ha descubierto que este estilo de vida nos protege del envejecimiento y ciertas enfermedades. Es decir, a un mayor “enriquecimiento ambiental” mayor salud y mayor longevidad.
Estudios realizados por neurólogos dirigidos por el doctor Douglas Fields de varios Institutos Nacionales de salud de EE.UU., corroboran que el ejercicio físico, la actividad intelectual y social, potencian el aprendizaje y la memoria y protegen contra el envejecimiento y las neuropatías. Es más, el “enriquecimiento ambiental” restaura la mielina del cerebro. La mielina es el aislamiento protector que recubre los axones de las neuronas, vitales para la intercomunicación de neurotransmisores entre ellas.
La mielina se va perdiendo con la edad, el envejecimiento y algunas enfermedades cerebrales. Sin embargo, el “enriquecimiento ambiental” estimula la reparación de esta mielina por parte del cerebro.
Antiguamente se decía, y aún hay algún energúmeno que lo manifiesta, que pensar mucho era malo, que leer tanto no era bueno para la salud, en resumen que había que vegetar, enriquecerse con aspectos intranscendentes de la vida y no darle tanto al “coco”. Pues bien es la falta de ejercicio mental, las relaciones sociales profanas y la cadencia de inquietudes por saber las que nos llevan a una muerte anunciada.
Quien no esfuerza su cerebro termina vegetando y babeando en su vejez, mientras que aquellos que lo alimentan cada día con nuevos conocimientos puede que manifiesten cierta vejez exterior, pero siguen lúcidos y geniales lleguen a la edad que lleguen.
Siempre he pensado que el cerebro tenía otras funciones al margen de manejar nuestro cuerpo, al margen de mantenernos vivos. El cerebro necesita enriquecerse de conocimientos y saber cada día más. Tenemos un cerebro que ha evolucionado a partir del polvo de las estrellas, que se ha ido configurando desde un puñado de nervios a minúsculo órgano como tenían los primeros anfibios y reptiles pequeños y gigantes como los dinosaurios, un cerebro reptiliano que heredaron los mamíferos. Ese cerebro ha pasado de instintivo a racional y ahora busca desesperadamente a través del conocimiento contactar con la consciencia, una consciencia que tal vez también alberga el universo entero.