El paradigma epigenético
Con el descubrimiento del fuego por el hombre primitivo se producía el primer paradigma de la historia, se pasaba de temerlo a dominar una energía. Tal vez el paradigma más popular ha sido la revolución que heliocéntrica, y el último y más moderno paradigma el de la física cuántica.
Ahora estamos ante el nuevo paradigma epigenético que cambia nuestra visión sobre que sabíamos de la memoria y la posibilidad de modificarla para curar enfermedades o potenciarla, dos alternativas que nos ofrecen un avance médico y una posibilidad que puede crear graves consecuencias éticas.
Los descubrimientos siempre tienen un lado bueno y un lado malo. Una dualidad entre utilizarlos para el bien o para el mal, una dualidad que creo Zaratrustra hace miles de años.
Una “institución” para la que realizo análisis sobre los nuevos descubrimientos, siempre me solicita que explique posibilidades de aplicaciones de utilizar estos de forma incorrecta y peligrosa, para prever consecuencias. ¡No os podéis imaginar las utilizaciones tan torcidas que pueden ocurrirse!
Volvamos al nuevo descubrimiento. Todo empezó con unos caracoles a los que se les sometió a pequeñas descargas eléctricas en unos intervalos de tiempo determinados. Llego un momento que estos gasterópodos recordaban este pinchazo y se escondían en su concha espiral cuando solo se les pinchaba. Seguidamente se les extrajo las neuronas que contenían la memoria de estas descargas y, en unas jeringuillas se inyectaron en otros caracoles que no habían sufrido estas descargas… resultó que los nuevos caracoles conocían las consecuencias de las descargas por lo que el recuerdo había sido implantado.
Con este hecho vemos que los recuerdos de un ser vivo pueden ser transferido a otros por una simple inyección en el cerebro, lo que demuestra que los recuerdos poseen una materia bioquímica.
Desde 1940 se partía del principio de que la memoria estaba almacenada a través de la red de neuronas unidas por sus sinapsis. Ahora se ha descubierto que nuestros recuerdos poseen una verdadera materialización bioquímica. Estamos ante un nuevo paradigma de la neuro-epigenética.
Los avances en la epigenética representan un cambio en la sociedad, ya que van a permitirnos que a través de una inyección podamos conocer un idioma nuevo sin la necesidad de profesores. También con una inyección se podrá borrar de la memoria un trauma, o un suceso que nos perturba (como un asesinato cometido), o un recuerdo de una misión secreta a un militar, o potenciar nuestra memoria hasta grados de ciencia-ficción. Podremos resolver el Alzheimer… todo ello borrando unas pocas moléculas.
Ahora, ciertas moléculas inyectadas podrán mejor nuestras facultades cognitivas. Ya se han aplicado a ratones de laboratorio inyecciones de “tricostatina” antes de someter a estos roedores a una sesión de aprendizaje, y se ha comprobado que recuerdan mejor lo enseñado y durante más tiempo.
La “tricostatina” es una especie de inhibidor del olvido, ya que limita la acción de las enzimas borrando las marcas epigenéticas de la acetilación sobre la cromatina.
El experimento nos transporta a nuevos problemas éticos: ¿Quién tiene derecho a someterse a esta inyección? ¿Solo los económicamente dotados podrán pagar este tratamiento?
Las investigaciones epigenéticas son el pilar universal de la memoria. Se ha descubierto que cuando un recuerdo se forma en nuestro cerebro miles de enzimas (metiltransferasas) se activan en las neuronas donde modulan la cantidad de la metilación, pero si se bloquea la acción de estas enzimas en un ratón pierde su capacidad de memorización.
El nuevo paradigma ya está en marcha y antes de dos años estará entre la farmacopea para ricos. Mientras tanto yo seguiré tomando un coctel de los que elabora mi amigo Pallavicini: Martini seco con Vodka o Mahattan con Four Roses, ambos me ayudan a olvidar.