La corrupción es una epidemia endémica incurable en este país. ¿Qué hacer cuándo llega hasta los altos estamentos?
Dimisión y gobierno de concentración, un gobierno nuevo sin imputados ni sospechosos, elegido con listas abiertas. Como presidente un honorable. ¿Pero de dónde sacamos un honorable en este país? Tendría que ser un filósofo o intelectual, y estos no quieren saber nada de participar con esta “gente”.
Quiero recordar un relato de ciencia-ficción que leí hace mucho tiempo. Se trata de un país en donde al presidente del gobierno, cargo que es voluntario, le colocan un collarín explosivo en su cuello. Un collarín que no se puede quitar. Los ciudadanos disponen de unas grandes pantallas con dos pulsadores que pueden utilizar cada determinado tiempo (semestralmente o anualmente). Si el presidente lo hace bien pulsan el verde, si creen que lo está haciendo mal pulsan el rojo. Si la cifra de pulsaciones rojas supera a las verdes, el collarín que lleva el presidente explota y muere.
Si esto lo aplicásemos en nuestro país, nadie querría ser presidente y si algunos osasen a serlo, tendríamos una historia con más guillotinados que la revolución francesa.
Aquí tendríamos que colocar los collarines a presidentes, ministros y directores generales…como mínimo.