Tengo un amigo, M.A. Senior, que me insiste, con razón, del bajo nivel cultural de la gente, causa de casi todos los males que nos aquejan. Justamente, el domingo pasado, leía en El País un artículo del filósofo Fernando Savater – con el que discrepo políticamente pero no filosóficamente – titulado «La torres gemelas», en el Savater destaca que los pilares de nuestra democracia son la seguridad y la libertad. Creo que olvida el pilar esencial en el que se apoyan todos los demás: el conocimiento. El conocimiento es la base de nuestro comportamiento, del sistema democrático y de la libertad social e intelectual. No puede funcionar bien la libertad sin un pueblo instruido, no conozco en la historia ningún pueblo bárbaro con libertad. El conocimiento aporta seguridad, porque la gente es consciente de sus actos y reconoce que el diálogo está por encima de la violencia. Incluso el conocimiento nos lleva a un comportamiento sanitario mejor, donde las personas saben lo que es bueno y malo para la salud, de lo que no se debe abusar y lo que compone una dieta equilibrada. Políticamente, en las democracias pese a sus defectos, la gente conocería que se precisa una elección libre del candidato, listas abiertas, no tener disciplina de voto, y valorar los votos en blanco con escaños vacíos, y una serie de factores para que una democracia sea verdadera.
Con conocimientos culturales, sociales, históricos y científicos seríamos más humanos; no viviríamos sumidos en mitos y leyendas, algunas de cariz religioso; con conocimiento seríamos más humanistas, respetaríamos las idea de los demás, y seríamos tolerantes con el pensamiento ajeno. El bi-pilar de Savater, seguridad y libertad, se queda cojo sin el conocimiento. Lamentablemente, el sistema, no ha dado prioridad al conocimiento, a la cultura, la formación educativa, y así nos va, con una población en su mayoría inculta, sumida en mitologías y leyendas, que no comprenden lo que sucede a su alrededor y menos su existencia. Los que hilan un poco se dejan cautivar por leyendas urbanas y conspiraciones sociales. Y unos pocos ven una parte de la realidad, un trozo del escenario a veces mal iluminado, desconocen que hay detrás de los bastidores y que se esconde en el foso, y continuamente se ven sorprendidos cada vez que se cierran las cortinas y se abren con un decorado nuevo. Los directores de tal representación siempre están el palco, viendo los efectos de su representación sobre sus seguidores en el patio de platea. El resto de los espectadores cuenta poco, por eso estén el gallinero, desde donde la representación se ve distante y se escucha mal.
Cuando estudiaba en un Colegio francés siempre nos recordaban los principios de la República Francesa: Liberté, Égalité et Fraternité. Nosotros añadíamos: si pero sin «agua», «gas» y «electricité» no sirven para nada. Igual que la seguridad y libertad de Savater que sin conocimiento no sirven para nada.
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