¡Vaya compañeros de viaje!

octubre 2nd, 2013

La vida es un viaje con una duración indeterminada e ilimitada. Un viaje para algunos largo y para otros corto. La duración del recorrido depende de nuestros compañeros de viaje: internos, externos y del azar y la suerte.

En el azar intervienen muchos factores: el lugar en que hemos nacido, los cuidados que hemos recibidos en nuestra infancia, los conflictos armados en los que nos vemos inmensos, la alimentación y la suerte de no estar en el lugar inadecuado en el momento inoportuno.

Respecto a nuestros compañeros de viaje los hay internos y externos. Internos como los genes que, egoístamente, determinan las características para que podamos sobrevivir, mejor dicho, para que ellos puedan perpetuarse, aunque en ocasiones se equivocan y crean personas anómalas. Otras veces entre sus cadenas génicas se cuela una enfermedad que afectará a nuestro viaje o pondrá un fin del trayecto en un momento dado.

En cuanto a nuestras neuronas, el 50% nace con instrucciones para hacer funcionar al viajero, respirar, circular la sangre, moverse, etc. El otro 50% aprenderán de la información que le suministren nuestros sentidos. Pero, en el fondo, a ninguna de estas neuronas le importa lo más mínimo quienes somos.

El viaje es una continua lucha con los “compañeros” externos, contra los gérmenes, los virus, las bacterias, las infecciones que transitan por nuestro camino. Contra estos enemigos sólo disponemos de los anticuerpos o inmunoglobulinas que los neutralizan cuando su ejército no los sobrepasa, de lo contrario estamos expuestos a la enfermedad. Los anticuerpos, se dicho de paso, tampoco saben quiénes somos y sólo se interesan en neutralizar a los intrusos que ponen en riesgo su hábitat.

Si a todo esto le añadimos otros viajeros indeseables, neurasténicos, cretinos, psicóticos e impresentables que tratan de establecer contacto tóxico con nosotros, uno termina por exclamar: ¡Vaya compañeros de viaje!

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Vida

septiembre 24th, 2013

Me han comentado algunos lectores de mi blog, especialmente Jordi y Tina, que la reflexión que hice el otro día, “Universo, caos y ambición humana”, ha sido muy fatalista. Es la realidad, no me invento nada.

En contraposición explicaré que de la misma forma que existe destrucción y caos, hay creación y vida. Una estrella nova explota pero con el tiempo se van creando nuevos planetas a su alrededor… y tal vez vida.

En los lugares más inesperados de nuestro planeta surge la vida. Hay bacterias en las aguas ácidas y sulfurosas de las minas de Rio Tinto; hay vida en las profundidades del mar que se ha adaptado al frío, a la oscuridad y la presión; hay vida bajo las tórridas arenas de los áridos desiertos donde el agua es salada o inexistente; en los pantanos cenagosos y en cuevas cargadas de gases letales; en las zonas árticas y antárticas bajo las capas de hielo en temperaturas casi criogénicas; ahora se han descubierto microorganismo en la estratósfera, a 27 kilómetros de altura, tal vez una vida procedente de otros lugares del espacio.

La vida – vegetal o animal – surge imperiosamente y se adapta a las circunstancias. Puede arder un bosque y ser arrasado por las llamas, puede explotar un volcán e inundar sus laderas con ríos de lava, puede helarse una isla… y tarde o temprano la vida reaparecerá. Lugares donde se han realizado experiencias nucleares hoy están repletos de escarabajos o escorpiones inmunes a la radioactividad que se han adaptado a estos letales lugares. Podemos abandonar una ciudad y, por mucho cemento que exista, la vegetación terminará invadiéndola y penetrando en sus estructuras de acero.

Hace más de 3.800 millones de años, en el período Precámbrico, tuvo lugar la aparición de los primeros seres vivos con células procariotas. Desde ese momento hasta nuestros días se han producido cinco extinciones, en algunas desapareció el 95% de  las especies de seres vivos. Pero la vida reapareció y se adaptó al nuevo clima, con formas distintas que competían ferozmente para transmitir sus genes egoístas y sobrevivir.

La vida parece ser una ley constante, una norma aquí en la Tierra y pienso que en otros muchos lugares del universo. Y el segundo paso es que esa vida sea inteligente, después que alcance una consciencia, para poder darse cuenta que forma parte del Universo.

Somos seres vivos que llevamos moléculas del Sol y de los orígenes del universo. Y aunque un día nuestras moléculas se des conexionen, seguirán llevando nuestra información, porque hoy sabemos que, igual que la energía, la información no se destruye.

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Universo, caos y ambición humana

septiembre 20th, 2013

El espectáculo de imágenes del universo que nos ofrecen los telescopios es de una belleza incomparable, pero paradójicamente el universo es un lugar de destrucción, caos y cataclismos. Un lugar que se expande con un final inevitable en el que los astros irán sucumbiendo en la frialdad de sus espacios infinitos.

A través de nuestros instrumentos vemos galaxias como la nuestra que chocan irremediablemente con otras. Una imagen espectacular pero aterradora si pensamos que millones de estrellas con sus planetas, algunos con probabilidad de albergar vida como la nuestra, están sucumbiendo en este megadesastre cósmico. El mismo desastre que nos asolará cuando la galaxia espiral de Andrómeda colisione, inevitablemente, con nuestra galaxia dentro de cientos de millones de años. Una muerte anunciada como diría Cortazar.

En otras ocasiones los telescopios captan estrellas novas o supernovas, astros como nuestro sol que han explotado destruyendo todo su sistema planetario y lanzando una letal radiación a otros sistemas planetarios próximos.

Luego están los agujeros negros que van atrayendo hacia su centro devorador todo lo que les rodea, estrellas, planetas, etc. Son auténticas máquinas de desmenuzar y convertir en átomos a inmensos planetas.

El caos, el azar y las probabilidades son los tres factores que dominan en nuestro universo. En un lugar tan remoto como nuestro sistema planetario los peligros son evidentes: cometas que impactan con planetas, como fue el caso de Júpiter; asteroides que chocan creando inmensos cráteres en Marte, la Luna, Mercurio, etc., y que han producido extinciones masivas en la Tierra; radiación cósmica que barre la superficie de planetas como Marte; lugares fríos e inhóspitos como los satélites de Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno…

La misma Tierra con sus parajes idílicos se convierte en ocasiones en un monstruo bárbaro y destructor, con sus volcanes arrojando fuego, sus huracanes barriendo ciudades, sus terremotos estremecedores, sus tsunamis de enormes olas y cientos de catástrofes que los seres humanos no podemos controlar.

El azar de que no hemos tenido un impacto de un asteroide destructivo en los últimos miles de años, el azar de que no ha explotado un apocalíptico volcán como el de Yelowstone, el azar de que nuestros Sol no ha lanzado un letal llamarada contra nosotros, ni que un cometa nos ha arroyado, forman parte de nuestras probabilidades de existir.

Vivimos en un universo caótico y en un planeta más o menos equilibrado. Pero la fragilidad de nuestras vidas persiste. No hay bondad para nuestra existencia, no hay un plan divino que nos proteja de accidentes, enfermedades o desastres. Y a pesar de ello el ser humano, ignorante y prepotente, se comporta con soberbia, ambición de poder, exhibicionismo de sus riquezas y orgulloso de su inteligencia. Es ajeno a su pequeñez, es ajeno al hecho de que si despareciese toda la vida de la Tierra, al universo ni le importaría ni le preocuparía ni le afectaría, no habríamos sido para él ni una furtiva sombra.

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Siglo XVIII y siglo XXI un paralelismo inconfundible

julio 24th, 2013

A lo largo de la historia de la humanidad hemos atravesados diversos paradigmas, especialmente cada vez que se realizaba un descubrimiento que desechaba las teorías existentes anteriormente e implantaba un nuevo orden de ver el mundo.  Tal fue el caso de Galileo con su teoría heliocéntrica, Darwin con la evolución de las especies, etc.

Hoy nos encontramos en un cambio de paradigma mucho más profundo, no sólo afecta a nuestras concepciones del mundo que nos rodea, transformado por las teorías de la mecánica cuántica, sino a la profundidad de los cambios sociales que nos lleva a la utilización de nuevas tecnologías que no todos saben manejar.

Algo muy parecido acaeció en el siglo XVIII. El llamado siglo de las Luces, en Francia; siglo de la Iluminación, en Inglaterra; y siglo de la Ilustración, en España. Sus características son muy parecidas a lo que está sucediendo ahora. Y podemos realizar una comparación.

En el siglo XVIII se creó una libertad e independencia del pensamiento, todo se podía cuestionar, incluso las creencias religiosas. Hoy el principio de libertad e independencia prima por encima de cualquier aspecto social, nadie regaña los pensamientos más rebuscados y las religiones son cuestionadas sin que eso signifique ningún tipo de herejía.

En el siglo XVIII fue la ciencia la que produjo el cambio revolucionario de la época, la razón predominaba por encima del corazón. Predominaba el método científico experimental y el análisis matemático. Hoy la ciencia, y especialmente la tecnología, están marcando los pasos de la sociedad. Los nuevos adelantos tecnológicos son los que configuran día a día el mundo en que vivimos. La diferencia con el siglo XVIII es que hoy emergen en una forma exponencial.

En el siglo XVIII surgió la famosa  Enciclopedia cuyo verdadero nombre era Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios. Una obra monumental de 17 tomos dirigida por Denis Diderot. Fue el símbolo de la época y sus usuarios eran los enciclopedistas. Todo el que no sabía leer o no comprendía sus materias quedaba excluido del gran adelanto. No es hoy Internet algo parecido con los internautas, no queda excluido todo aquel que no se adapta a la nueva tecnología de ciberespacio.

La Ilustración también produjo un proceso muy rápido de laicización, período en que la Iglesia perdió poder y credibilidad. También surgió el ateísmo y el enfrentamiento entre ciencia y religión, así como un buen número de agnósticos. Hoy, especialmente en los países avanzados, la laicización está al orden del día, la Iglesia se ha convertido en una Institución sin poder de representación en el parlamento. Los ateos llegan a alcanzar el número de mil millones en el mundo frente a los 1.200 millones de católicos. Los agnósticos superan estas cifras y el enfrentamiento entre Iglesia y Ciencia se produce cada vez que esta última realiza un descubrimiento que entusiasma a los científicos y preocupa a los clérigos.

El siglo XVIII representó la marginación de muchos ciudadanos europeos que, debido a sus bajos niveles culturales e incapacidad de adaptarse a las tecnologías de la época se quedaron sin trabajo. Hoy  millones de ciudadanos se encuentran en la misma situación, marginados al no saber utilizar las nuevas tecnologías que emergen y cambian día a día.

Me perdonará el lector por esta comparación del siglo XVIII con el siglo XXI. Me pareció tan semejante, especialmente Internet y la Enciclopedia, el nacimiento del ateísmo de  ayer y el de hoy; incluso el debate ciencia/religión. El siglo XVIII fue un salto hacia adelante que, como cualquier proceso evolutivo o mutación tuvo sus bajas humanas. Hoy el nuevo salto también tendrá sus bajas, especialmente entre aquellos que no estén preparados para  complejidad tecnológica y el léxico científico que viene.

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Un mundo en cambio

julio 10th, 2013

Tengo un apetito insaciable de conocimientos, a veces voraz. Los progresos científicos me apasionan, me hacen lucubrar sobre el impacto y los cambios que originarán en nuestra civilización. Me entusiasma comentarlos con mis amigos, especialmente los que tienen inquietudes igual que yo.

Escribo libros para transmitir esos progresos y su significado, con el fin que todo el mundo pueda comprender lo que estamos descubriendo y como afectará a nuestras vidas, nuestras ideologías y nuestras creencias.

Cuando escribo explicando descubrimientos científicos, cosmológicos, astronómicos, paleontológicos o tecnológicos, lo hago tratando de situarme en la mente del lector para que pueda comprender y entender aspectos que no ha estudiado en su disciplina que puede ser otra distinta a la ciencia. Procuro ampliar y detallar aspectos científicos para que todos puedan entenderlos, sintetizo y trato de ser lo más didáctico posible. Se trata de que todos, sean cuales sean sus conocimientos – básicos, universitarios, filosóficos o de letras -, lo comprendan.

Vivimos unos momentos únicos y sorprendentes en los avances de la ciencia y la tecnología. Estamos aclarando misterios que nos llevan a otros misterios y nuevos interrogantes, pero nunca, en la historia de la humanidad, hemos vivido momentos tan apasionantes, tan increíbles y tan reveladores de lo que somos, dónde estamos y de dónde venimos.

Se que todo este cambio tecnológico en que vivimos está representando un cambio en nuestra civilización, un cambio que está ocasionando una terrible crisis de valores, creencias, y situaciones financieras y laborales caóticas. Es el precio que tenemos que pagar para dar el salto a una nueva civilización. Un precio que arrastrará a todos aquellos que no tengan un mínimo de conocimientos y que no se hayan adaptado a las tecnología actuales y las que vienen.

Los acontecimientos científicos y tecnológicos producen que este mundo evolucione a una velocidad cuántica, las tecnologías cambian de un día para otro y eso significa que aparezcan nuevas costumbres, nuevos hábitos, nuevas industrias y negocios, que duraran hasta que aparezcan otras tecnologías emergentes. Se trata de intuir y captar hasta cuando algo será valido y cuando hay que sustituirlo por lo emergente.

Mi consejo es que se adquiera el máximo de conocimientos, que se sigan estudiando, que se traté de manejar las nuevas tecnologías, en definitiva que no se deje de estar al corriente de lo que se avecina y los cambios que originara.

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