No me interesa lo que me explicas

septiembre 19th, 2012

En algunos centros científicos los investigadores llevan unas camisetas que rezan: NO ES QUE TENGA DEFICIT DE ATENCIÓN, ES QUE NO ME INTERESA LO QUE ME EXPLICAS. Creo que terminaré imprimiéndome una camiseta con este lema. Habermas señala que la comunicación debe hacerse la presunción de un significado idéntico, porque, de otra forma, la comunicación no puede darse; ni siquiera comenzar. Ideas y lenguaje tienen que estar al mismo nivel y ser recíprocos. Hay personas que no lo entienden así, y sólo tienen necesidad de ser escuchados.

La necesidad de hablar es fundamental, hay gente que intenta hablar hasta con los sordos. El triunfo de los teléfonos móviles está en que se pueden largar tonterías sin necesidad de saber la cara de escepticismo que pone la otra persona al otro lado de la línea. El lenguaraz, sigue lanzando su retahíla a veces sin pensar si le escuchan o no, se limita, de vez en cuando, a lanzar un “¿me oyes?” para asegurarse que aún estás ahí. La distancia y la falta de imagen permiten tirarse de los pelos y resoplar, mientras te endosan un discurso que no te interesa lo más mínimo. Hasta que cuelgas y cuando te llaman nuevamente mientes diciendo: “estoy….túneles…pasando túne…”, y cuelgas de nuevo. Es un resabiado truco pero te libras del plomazo…un tiempo. Sería terrible dejar sin teléfono portátil a estos campeones de la verborrea, sería como dejar a Ratzinger sin Satanás para intimidar a los fieles. No puedo ni imaginarme a dos profesionales del cotilleo y el chisme colocando su verborrea por teléfono, deben ser como los Testigos de Jehová y los Hare Krishna intentando convencerse mutuamente.

Estos locuaces cargadores del oído ajeno se dividen en varios tipos: los que hablan de la vida de los demás (cotillas); los que sólo hablan de ellos mismos (ególatras); los que te enumeran toda una serie de patologías propias y ajenas (hipocondríacos); y los que te cuentan, ya transcurridos 30 ó 40 años, sus aventuras en la mili como lo más importante de su vida (tontos de capirote). Finalmente destacaría aquellos que cuando hacen una pausa, uno se pregunta, “¿De que narices me está hablando esta persona?” (Síndrome de Williams en el que la conversación es locuaz pero sin consistencia). De verdad vale la pena hablar para explicar hechos mundanos, profanos, tonterías o las vidas de los otros. Se ve que sí, ya que hay gente que le fascina la vida de los demás, la ilusión de que se les escuche, les aburre la soledad, único lugar dónde uno puede reflexionar sobre si mismo, la vida, el universo y otros temas sin que nadie te manipule el pensamiento.

Los hay que se repiten monótonamente en discursos machacones y angustiosos, resoplando sus pensamientos incoherentes, epidérmicos y puramente inconscientes. Insisto, no es que tenga déficit de atención, es que no me interesa lo que mes explicas.
Como decía Valéry: “a mí qué me importa que la marquesa tome el té a las cinco”.

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Estupidez y políticos

septiembre 13th, 2012

Me pide un amigo a quién no puedo decepcionar, y que aborrece a los estúpidos, que escriba algo sobre la estupidez y los políticos, y me remite el principio de Hanlon, que destaca “Nunca le atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez” y concluye que estamos gobernados por ineptos…pero muy ineptos.

Se ha escrito tanto sobre estupidez/políticos, y sin embargo como destaca Camus “…la estupidez insiste siempre”. Entre los libros de mi biblioteca hay varios sobre la estupidez; el “Puntuario de la estupidez humana”, del filósofo Savater; la “Historia de la estupidez humana” de Paul Tabori; “Sobre la estupidez” de Lowenfeld; “L´homme stupide” de Richet; “A short introduction to the history of human stupidity” de Pitkin; “Historia cultural de la estupidez” de Ráth-Vegh; “Sobre la estupidez” de Musil; y “La estupidez” de Glucksmann”. Casi todos hacen referencia a los políticos.
Con todo este material debería decir algo riguroso sobre la estupidez, pero es un tema, especialmente cuando se mezcla con la política que cada día me sorprende más.

Mi consejo primordial es que no nos rodeemos de estúpidos, los pensamientos inteligentes pueden resultar estúpidos si el marco en que se mueven es estúpido. Pienso que si estás rodeado de gente estúpida ya es malo, pero si te dejas gobernar por ella aún es peor. Un día habrá que hacer un balance sobre los estúpidos que nos han gobernado, será enciclopédico. También habrá que preguntarse por qué los intelectuales no han querido nunca el poder y entrar en política, otro día hablaré de este tema.
Sépase, como orientación, que el estúpido está muy solicitado en las reuniones mundanas. Incomoda a todos pero proporciona temas insulsos de conversación entre otros estúpidos. Al estúpido lo conocerás porque está rodeado de ceremonial, ofrece opiniones vacuas y rutinarias sobre todos los temas, viste como un empleado de sastrería del Corte Inglés, se considera un triunfador y está cerrado en sus viejos confines. Generalmente no crea nada, pero lamentablemente procrea.

Para finalizar Robert Burton, que como yo no cree en la felicidad, escribe una frase magistral en su “Anatomía de la melancolía”: Ser estúpido, egoísta y estar bien de salud, he aquí las tres condiciones que se requieren para ser feliz. Pero si os falta la primera, estáis perdidos.

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