Así será el despegue del SLS con astronautas

enero 8th, 2018

Así será el despegue del SLS con astronautas

Empieza la cuenta atrás, 15 minutos para el lanzamiento”. Es la voz que oirán los astronautas ya colocados en el módulo de lanzamiento; es una voz escogida que transmite serenidad en el momento adecuado.

Falta menos de un minuto para el lanzamiento y la tensión se palpitaba en la cabina de mando. Los electrocardiogramas que registran las secuencias de la actividad del corazón de los astronautas delatan un aumento de los latidos de este órgano. En los paneles digitales de mando las pantallas se abren y se cierran activamente indicando la proximidad del lanzamiento, también delatan cualquier anomalía que obligue a pulsar el botón de “abortar” durante el despegue. En ese hipotético caso  cuatro toberas del sistema de aborto separarían el módulo con sus ocupantes del resto del cohete, eyectándolos  con fuerza a la distancia necesaria para que se abriesen los paracaídas y aterrizasen a salvo. Una maniobra que no se ha experimentado nunca con astronautas a bordo.

Solo quedan escasos segundos y, entre el estruendo y las primeras vibraciones, se escucha la voz de la cuenta atrás: diez, nueve, ocho…  El corazón de los astronautas se acelera aún más, la adrenalina se dispara:…siete, seis… los motores se activan cuando quedan seis segundos, se siente una sacudida hacia arriba adelante y luego hacia atrás al llegar a cero. Los ocupantes del módulo de mando se aferran involuntariamente a los posa brazos de sus sillones y apoyan con fuerza sus espaldas en los respaldos anatómicos de estos mientras respiran profundamente:… cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero. Todo vibra entre un gran estruendo al encenderse los motores principales. Todo empieza a moverse a 161 kilómetros por hora. Los astronautas sienten como sus cuerpos se aplastan y se hunden en sillones. Por los ojos de buey se ve cómo la estructura de la torre de lanzamiento pasa vertiginosamente quedándose atrás, o habría que decir allí abajo.

Son esos momentos en los que la resistencia física y psicológica es vital. El despegue del cohete ejerce la necesidad de soportar la fuerza de la gravedad con un peso de 3 G en los cuerpos, unos instantes que disparan las pulsaciones haciéndolas subir a 144 por minuto, mientras los astronautas se ven aplastados contra los asientos y todo vibra entre el rugido de los motores. Son momentos en los que la visión se torna borrosa, instantes que llegan a producir, en algunos astronautas, desvanecimientos.

La realidad es que la fuerza de la gravedad no es muy fuerte en el despegue, alcanza los 3 G, que es como si fuéramos en un vehículo por una carretera a 105 Km/h y frenásemos en seco, situación en la que alcanzaríamos esos 3 G. Es lo mismo que experimentamos en una montaña rusa del parque de atracciones. La verdad es que los astronautas alcanzan 7,6 G en la maniobra de reingreso a la Tierra, y si han sido pilotos de combate habrán llegado a experimentar hasta 9 G en las maniobras de evasión.

Los momentos de despegue son los más espectaculares y los que mayor turbación producen, se quiera o no se es consciente del peligro que se vive, de que algo puede fallar, que un error en la construcción del SLS puede producir que todo reviente en un trágico estallido. Hay temor, adrenalina que se desprende irremediablemente, dopamina que hace latir el corazón. Por mucho dominio de los nervios que se tengan es un momento de gran tensión psicológica.

El despegue es una maniobra que los astronautas han realizado cientos de veces en las cabinas de los simuladores donde han sentido el mismo ruido del ascenso y las mismas vibraciones. Pero nada puede engañar a la mente y ahora saben que se encuentran ante la cruda realidad, la partida de un cilindro de 3.000 toneladas y 117 metros de altura con una fuerza, en el momento del arranque, de 4.173 toneladas, equivalente a 34 Boeing 747 o 17.400 locomotoras, que produce una velocidad de escape de la Tierra de 11,2 Km/s o 40.320 Km/h. Características de los potentes cohete que llevan a los astronautas  de regreso a la exploración lunar y marciana, el Space Launch System (SLS). Los astronautas saben perfectamente que ese gigantesco cohete lleva unos depósitos criogénicos con una mezcla de oxígeno e hidrógeno líquido a unas temperaturas de -183ºC y -250ºC, respectivamente, cuya explosión los desintegraría totalmente.

   El lanzamiento sigue sus fases y por el ojo de buey las nubes pasan rápidamente, el cielo se oscurecerá o se aclarará brillantemente dependiendo de la hora del lanzamiento. El desprendimiento de los boosters de los costados se percibe como un crujido que aligera la nave y pone en marcha un nuevo impulso que empuja al complejo del SLS.

Son una serie de experiencias que los astronautas de este lanzamiento han vivido docenas de veces en los simuladores y algunos de ellos en anteriores lanzamientos.

Pese a la experiencia de los que habían despegado en otras ocasiones y los que era la primera vez, todos eran conscientes de  que no están en un simulador, que en esta ocasión se están enfrentando a la auténtica realidad que provoca que el estrés y el temor estén presentes. Los ocupantes del Crew Module saben que estos momentos son reales, y que cualquier fallo desencadenaría una terrible tragedia.

Han transcurrido ocho minutos y el ingenio ha alcanzado los 188.293 kilómetros de distancia entrando en una órbita terrestre para el ensamblaje: Todos sienten que se despegan de los asientos, un lápiz empieza a flotar en el módulo. El SLS alcanza una velocidad de 30.000 km/h.

 

 

 

Así será el despegue del SLS con astronautas

 

 

Empieza la cuenta atrás, 15 minutos para el lanzamiento”. Es la voz que oirán los astronautas ya colocados en el módulo de lanzamiento; es una voz escogida que transmite serenidad en el momento adecuado.

 

Falta menos de un minuto para el lanzamiento y la tensión se palpitaba en la cabina de mando. Los electrocardiogramas que registran las secuencias de la actividad del corazón de los astronautas delatan un aumento de los latidos de este órgano. En los paneles digitales de mando las pantallas se abren y se cierran activamente indicando la proximidad del lanzamiento, también delatan cualquier anomalía que obligue a pulsar el botón de “abortar” durante el despegue. En ese hipotético caso  cuatro toberas del sistema de aborto separarían el módulo con sus ocupantes del resto del cohete, eyectándolos  con fuerza a la distancia necesaria para que se abriesen los paracaídas y aterrizasen a salvo. Una maniobra que no se ha experimentado nunca con astronautas a bordo.

 

Solo quedan escasos segundos y, entre el estruendo y las primeras vibraciones, se escucha la voz de la cuenta atrás: diez, nueve, ocho…  El corazón de los astronautas se acelera aún más, la adrenalina se dispara:…siete, seis… los motores se activan cuando quedan seis segundos, se siente una sacudida hacia arriba adelante y luego hacia atrás al llegar a cero. Los ocupantes del módulo de mando se aferran involuntariamente a los posa brazos de sus sillones y apoyan con fuerza sus espaldas en los respaldos anatómicos de estos mientras respiran profundamente:… cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero. Todo vibra entre un gran estruendo al encenderse los motores principales. Todo empieza a moverse a 161 kilómetros por hora. Los astronautas sienten como sus cuerpos se aplastan y se hunden en sillones. Por los ojos de buey se ve cómo la estructura de la torre de lanzamiento pasa vertiginosamente quedándose atrás, o habría que decir allí abajo.

 

Son esos momentos en los que la resistencia física y psicológica es vital. El despegue del cohete ejerce la necesidad de soportar la fuerza de la gravedad con un peso de 3 G en los cuerpos, unos instantes que disparan las pulsaciones haciéndolas subir a 144 por minuto, mientras los astronautas se ven aplastados contra los asientos y todo vibra entre el rugido de los motores. Son momentos en los que la visión se torna borrosa, instantes que llegan a producir, en algunos astronautas, desvanecimientos.

 

La realidad es que la fuerza de la gravedad no es muy fuerte en el despegue, alcanza los 3 G, que es como si fuéramos en un vehículo por una carretera a 105 Km/h y frenásemos en seco, situación en la que alcanzaríamos esos 3 G. Es lo mismo que experimentamos en una montaña rusa del parque de atracciones. La verdad es que los astronautas alcanzan 7,6 G en la maniobra de reingreso a la Tierra, y si han sido pilotos de combate habrán llegado a experimentar hasta 9 G en las maniobras de evasión.

 

Los momentos de despegue son los más espectaculares y los que mayor turbación producen, se quiera o no se es consciente del peligro que se vive, de que algo puede fallar, que un error en la construcción del SLS puede producir que todo reviente en un trágico estallido. Hay temor, adrenalina que se desprende irremediablemente, dopamina que hace latir el corazón. Por mucho dominio de los nervios que se tengan es un momento de gran tensión psicológica.

 

El despegue es una maniobra que los astronautas han realizado cientos de veces en las cabinas de los simuladores donde han sentido el mismo ruido del ascenso y las mismas vibraciones. Pero nada puede engañar a la mente y ahora saben que se encuentran ante la cruda realidad, la partida de un cilindro de 3.000 toneladas y 117 metros de altura con una fuerza, en el momento del arranque, de 4.173 toneladas, equivalente a 34 Boeing 747 o 17.400 locomotoras, que produce una velocidad de escape de la Tierra de 11,2 Km/s o 40.320 Km/h. Características de los potentes cohete que llevan a los astronautas  de regreso a la exploración lunar y marciana, el Space Launch System (SLS). Los astronautas saben perfectamente que ese gigantesco cohete lleva unos depósitos criogénicos con una mezcla de oxígeno e hidrógeno líquido a unas temperaturas de -183ºC y -250ºC, respectivamente, cuya explosión los desintegraría totalmente.

 

   El lanzamiento sigue sus fases y por el ojo de buey las nubes pasan rápidamente, el cielo se oscurecerá o se aclarará brillantemente dependiendo de la hora del lanzamiento. El desprendimiento de los boosters de los costados se percibe como un crujido que aligera la nave y pone en marcha un nuevo impulso que empuja al complejo del SLS.

 

Son una serie de experiencias que los astronautas de este lanzamiento han vivido docenas de veces en los simuladores y algunos de ellos en anteriores lanzamientos.

 

Pese a la experiencia de los que habían despegado en otras ocasiones y los que era la primera vez, todos eran conscientes de  que no están en un simulador, que en esta ocasión se están enfrentando a la auténtica realidad que provoca que el estrés y el temor estén presentes. Los ocupantes del Crew Module saben que estos momentos son reales, y que cualquier fallo desencadenaría una terrible tragedia.

 

Han transcurrido ocho minutos y el ingenio ha alcanzado los 188.293 kilómetros de distancia entrando en una órbita terrestre para el ensamblaje: Todos sienten que se despegan de los asientos, un lápiz empieza a flotar en el módulo. El SLS alcanza una velocidad de 30.000 km/h.

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La primera herejía del año 2018.

enero 1st, 2018

La primera herejía del año.

 

Voy a escribir la primera herejía del año: Los Magos de Oriente, ni eran reyes, ni eran tres, ni eran de diferentes razas.

La única expresión válida para describirlos es la de “magos”, pero su concepto es muy diferente al que le damos, ya que se refiere a sacerdotes persas que estudiaban la astronomía y la astrología.

Se dice que estos adoradores del niño Jesús venían de Oriente, pero no se aclara el origen que podría ser Arabia, Mesopotamia, Babilonia, Persia o Afganistán. Su representación cristiana más antigua los convierte en adoradores de Mitra.

No está escrito que fueran reyes, ni tres; menos que uno fuera negro, y por supuesto es completamente falso que se llamasen Melchor, Gaspar y Baltasar. Ni siquiera el Nuevo Testamento se pone de acuerdo en su existencia. En el Libro de Lucas, no hay visita de Reyes Magos, ni tampoco estrella de Belén, ni mucho menos huida de Egipto, todo lo contrario del Libro de Mateo que aborda sinuosamente el tema; Juan y Marcos, ni mención. Destacar que solo los Libros de Mateo y Lucas hablan del nacimiento en Belén

Los asnos, bueyes, el establo, la estrella, toda la iconografía no se creó hasta 1223 por Francisco de Asís. Él colocó los animales porque un pesebre tiene que tenerlos.

La historia de los tres Reyes Magos aparece en el siglo VII, a partir de entonces se mencionan por los nombres que los conocemos, se decide que sean tres basándose en que transportan oro, mirra e incienso. Estos tres elementos influyen en dar una raza a cada uno de ellos. Más tarde, san Francisco, ideó la puesta en escena del nacimiento, y aprovecho los reyes como extras en el guion.

En el siglo XII las reliquias de estos tres reyes son trasladadas de Milán a Colonia, a la catedral de esta última ciudad. Alguien ordenó abrir el cofre con sus restos y se encontró con la sorpresa  de que sólo había  los esqueletos de tres niños (o tres enanos) que es lo que guarda hoy el cofre de la catedral de Colonia.

En mi casa se celebraba Papá Noel, y se sabía que quién aparecía en la sala con barbas de algodón, traje rojo y un saco en la espalda, era mi madre. No había engaño, no habría desilusión al crecer, no pensaría en lo embusteros que son los padres. Solo recuerdo a la sirvienta, profundamente católica, santiguándose ante el espectáculo y diciendo: “…hay señoritu que pecadu”.

 

 

 

 

 

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Remémorer

diciembre 29th, 2017

Remémorer

Voy a terminar el año con este Post nostálgico y egocéntrico que ya salió en uno de mis más de sesenta libros. Permítaseme este “remémorer”. Y un consejo para los que quieran investigar en cualquier campo: Hay que salir, hay que explorar, hay que arriesgarse.

 

En busca de respuestas he leído varias versiones de la Biblia, el Corán y el Torah entre otros libros sagrado. He leído los Manuscritos del Mar Muerto y los  de Nag Hammadi, me he entusiasmado y sorprendido con los Upanisad de la India; en mi continua búsqueda he leído el Dhammapada de Buda, el Avesta del zoroastrismo, el Tao de Confucio, y otros textos más, así como los principales filósofos. Solo la ciencia me ha dado respuestas momentáneas.

He buscado respuestas caminando por el laberinto de la catedral de Chartreuse, entre peregrinos creyentes que hacían lo mismo de rodillas; he visitado la misteriosa capilla de Rosslyn; he estado en la iglesia de Rennes-le-Château, franqueada por la imagen del demonio Asmodeo y la inquietante inscripción Terribilis est locus iste (Este es un lugar terrible); he ascendido a todos los castillos cátaros testimonio de injustas matanzas; he navegado por las cuevas sumergidas más profundas de Europa; he sentido estremecimientos visitando el campo de concentración de Dachau y el Coliseo romano. Me han encerrado de un habitación oscura y me han hecho escribir mi testamento a la luz de una vela situada sobre el cráneo de una calavera; he recorrido mezquitas entre cientos de musulmanes que oraban; he meditado en tekias sufíes después de haber danzado como los derviches; he excavado en profundas cuevas y monasterios perdidos; he meditado en dólmenes cargados de energía y pasado una noche en la tumba de Tin Hinam en Tassili, princesa de los Touareg; he descendido a sepulcros con cientos de esqueletos que me miraban con reproche por perturbar su silencio; he caminado por suelos radiactivos de Argelia a causa de los ensayos nucleares para poder ver “oasis” de árboles fosilizados; he buceado en el mar admirando su belleza y sus seres diferentes; he deambulado por peligrosas y pegajosas selvas y tomado la ayahuasca que me ha llevado a un estado modificado de consciencia. He tenido en mis manos una grandiosa boa y he sufrido el picotazo de un escorpión. He sentido en mi cuerpo la metralla de una explosión y el sabor inconfundible de la sangre; me han apaleado y encerrado en una celda que tenía las apariencias de mazmorra. He estado en bibliotecas privadas fascinantes y plenas de conocimientos; he realizado una visita privilegiada por la entrañas del Vaticano; he pilotado avionetas compitiendo con las grandes aves viajeras; he subido al Vesubio entre “fumatas” y temblores de tierra; he visto los cuerpos cryogenizados de personas en un cryptorium esperando que algún día los regresen a la vida. He estado con robots más humanos que los humanos. He visto cosas extrañas en el cielo y fenómenos inexplicables en la tierra. He comprendido observando con grandes telescopios nuestra pequeñez en el universo. Y como dice el replicante Nexus-6 en el final de Blade Runner: “… todo esos momentos se perderán… como lágrimas en la lluvia”.

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Satélites espías: saben hasta que papel higiénico usamos.

diciembre 28th, 2017

Satélites espías: saben hasta que papel higiénico usamos

 

En septiembre de 2012 se presentó en la NASA un miembro de los servicio de inteligencia que pertenecía a la Oficina Nacional  de Reconocimiento (ONR), organismo del Departamento de Defensa. Quería hablar con los responsables de proyecto James Weeb, telescopio de 6,5 metros de diámetro que en estas fechas aún está sin lanzar y ha pasado de un presupuesto de 6.700 millones de $ a 10.000 millones de $. El citado personaje ofreció a la Agencia espacial dos telescopios que no habían lanzado y tenían almacenados. Se trataba de telescopios que van integrados en los satélites espías tipo KH-11, con espejos de 6 metros de diámetro. Eran sobrantes de los que ya existía unos 15 en órbita enfocados a la Tierra, capaces de leer una matrícula de coche y fotografiar con gran resolución una moneda de día o de noche. Los KH-11, ya anticuados disponen de visión infrarroja y otros sensores que les permiten descubrir almacenes ubicados a varias docenas de metros de profundidad, submarinos y captar todo tipo de ondas de radio, información instantánea que remite encriptada  al Centro de Operaciones. Estos dos telescopios los regalaban por ya tenían las nuevas generaciones.

Este suceso sorprendente ha vuelto a repetirse el 15 de febrero de 2017, ahora el regalo han sido dos satélites espías con sus potentes telescopios. Dos satélites de la serie NSTP-sat que nadie sabía que existían, al parecer hay generaciones más modernas. Los satélites carecen de sus equipos electrónicos y antenas, es decir de los sofisticados medios de detección por espectrografía de minerales y capacidad de diferenciación, de espectrómetro que detecta las diferentes temperaturas de lugares, capacidad volumétrica para sortear los falsos sensores de calor, alta resolución fotográfica de las cámaras de telescopio (¡mil millones de pixeles!), ordenadores, batería de litio, control variable de orientación, retransmisión instantánea. Toda una serie de complementos que han sido desmontados, menos los espejos y el diseño que la NASA se queda y lanzará al espacio en 2021.

Sépase que un satélite espía como el citado, viene a valer unos 2.500 millones de $. El precio del lanzamiento dependerá de si es lanzado solo o se aprovecha el cohete para transportar otros satélites o carga para la ISS.  En el primer caso asciende a 100 millones de $, en el segundo unos 80 millones de $ a través de la NASA, y unos 60 a través de una empresa privada como SpaceX.

A finales de 2016 había en el espacio 1459 satélites de todos los países, el 59% en misiones comerciales, el 23% civil y un 5% militares; orbitando todos ellos entre 160 y 2.400 Km de altura. Ahora su número se dispara con los CubeSat y microsatélites, que pueden lanzarse hasta 50 de golpe, lo que  significa que, si son de diferentes empresas, el costo del lanzamiento pude salir a 5 millones de $.

El post este viene a que han descubierto un palacio, fortaleza o castillo en Afganistán a través de las imágenes aéreas o un satélite espía.

El espacio orbital lo siguen dominando los satélites espías y una de sus funciones es captar información sobre recursos mineros bajo tierra y bajo el mar. Si en esa búsqueda encuentran restos arqueológicos informan, secretamente, a los científicos de sus universidades, por lo que los arqueólogos van seguros a los yacimientos dónde saben que debajo hay restos. ¡Premio y popularidad a todos los arqueólogos norteamericanos! El resto de arqueólogos del mundo tienen que explorar y patear montes y desiertos, como herramienta detectores de metales de los que hay que decir que hay muy sofisticados.

Los satélites espías llevan sensores que detectan metales, tipos de piedra, radares, espectrógrafos y espectrómetros. Saben dónde hay enterradas ciudades, caravanas perdidas en los desiertos, pecios marinos. Así se realizan los descubrimientos, barriendo extensas zonas de los bosques, de las selvas, de los desiertos, de las zonas polares, de los fondos marinos. Antes, lo máximo que se conseguía eran fotos aéreas de sembrados, en los que se apreciaban las sombras que producían las espigas de diferentes tamaños cuando sus raíces topaban con murallas o construcciones subterráneas.

Recientemente la sonda japonesa Kaguya desde su órbita detectó en las montañas Marius de la Luna, una cueva con una entrada de 65 metros de diámetro, una anchura interior de un kilómetro, y 50 kilómetros de largo. Unas dimensiones que podrían albergar una ciudad, tal vez en el futuro se convertirán en una protegida colonia lunar. Incluso cabe la posibilidad que contenga agua.

Volviendo a los satélites espías sepan que desde ahí arriba tenemos un “gran hermano” que nos vigila, que puede seguirnos vayamos a pie o en coches, y que capta todas nuestra conversaciones. Vivimos espiados y controlados… y en Facebook tienen nuestro perfil y también lo saben todo… incluso la clase de papel higiénico que usamos.

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De la Ley del Oeste a la Ley del Espacio

diciembre 13th, 2017

Solamente el 1%  de la masa del asteroide geo-crucero 2011 CG2, de 30 metros de diámetro, está compuesta de platino, lo que representan 60.000 toneladas de este metal, cuyo valor sería unos 2.400 mil millones de dólares. Y, como este asteroide, existen más de un millón, algunos de oro, iridio, plata, etc. Están todos los más importantes catalogados y controlados.

Esta realidad empieza a dar una idea de por qué Donald Trump ha firmado la Directiva 1 de Política Espacial. Hay varias razones por las que quiere volver a la Luna. La primera es porque Rusia, China y Japón se están preparando para hacerlo, y aquí hay también razones de estrategia militar. La segunda razón está en la minería espacial, en la Luna y en los asteroides geo-cruceros (los que cruzan la órbita de la Tierra). Se sabe que en la Luna existe platino, oro, agua y especialmente Helio-3 (elemento fuente de energía nuclear no radiactivo) con el que se cuenta como combustible para las naves espaciales del futuro. En los asteroides hay platino, agua y metales raros o exóticos entre los cuales abunda el grafeno.

Trump no ha destinado presupuesto para ir a la Luna – el Proyecto Apolo costó 165.000 millones de dólares -, cuenta con el sector privado que ya están desarrollando sus tecnologías para salir a la captura y explotación minera de estos cuerpos. Empresas como Planetary Resources del fundador de Google, Larry Page; Deep Space Industries; Astra (Asteroid Resource Assesment), Space X de Elon Musk, Moon Express (que enviará en 2018 un robot a la Luna para buscar minerales), Virgin, Blue Oregon, United Launch Alliance.

Pero la explotación de estos recursos está regulada por el Tratado General del Espacio conocido como la Carta Magna del Espacio, firmado en 1967 por 104 países, que regula la propiedad de la Luna y cuerpos espaciales, exactamente dice “otros cuerpos celestes”. Es decir, que existe una prohibición de explotación y minería espacial, y que sólo es permitida si los beneficios redundan en toda la humanidad. El artículo II indica que “el espacio extra atmosférico, incluyendo la Luna y los otros cuerpos celestes, no puede ser apropiado por una nación, ni ser declarada su soberanía, ni ocupación”.

Inmediatamente han entrado en acción los “picapleitos” de las empresas privadas que he mencionado anteriormente. Empresas  que solo ven rentable la explotación minera con fines privados, extrayendo minerales, convirtiéndolos en propiedad y vendiéndolos.

Los abogados especialistas en temas espaciales recurren a una vieja estrategia para resolver este conflicto: la interpretación de la Carta Magna del Espacio. Para ello recuerdan que la prohibición se refiere a los 104 países firmantes, pero que no dice nada de empresas privadas, y la apropiación de recursos mineros por parte de estas. ¡Dónde está la Ley, está la trampa!

Otros avispados abogados aún afilan más, y plantean nuevos ángulos de ataque, por si falla el primero. Concretamente destacan si “un asteroide los suficientemente pequeño para ser desplazado y traído cerca de la Tierra: ¿Puede ser considerado como un cuerpo celeste?”. “¿Una simple roca, en algunos casos menor de 30 metros de diámetro, puede pretender el título de cuerpo celeste?”.

La Carta Magna del Espacio, de 1967, también se considera un documento obsoleto, ya que fue redactado diez años después del Spoutnik, en una época en que aún no se habían descubierto todos los satélites de los planetas, la existencia de Océanos bajo el suelo helado de los cuerpos del sistema solar, la existencia de exoplanetas, etc. Por tanto el documento precisa una actualización, una reforma.

Mientras se desarrolla el debate, las empresas privadas y algunas naciones se preparan para el disparo de salida. Será como la conquista del Oeste. Los exo-mineros de las empresas privadas sustituirán sus caravanas por complejos cohetes; los cohetes estatales será como el Séptimo de Caballería; cada uno de ellos llevará sus planos donde estarán cartografiados los asteroides con la evaluación de su composición; las primitivas herramientas, palas y picos, estarán sustituidos por aces sonoros o luminosos de láser que fragmentarán estos cuerpos espaciales recogiendo plata, oro, níquel, tungsteno, cobalto, osmio, pallidum, radio, etc.

A falta de una ley concreta se pueden originar conflictos en la propiedad de los asteroides. ¿Bastará con lanzar una sonda sobre un asteroide para señalar la propiedad, o será necesario el descenso de astronautas en su superficie? Son pequeños detalles pero que pueden originar conflictos entre diferentes compañías mineras o países.

El lector incrédulo me reprochará irónicamente que me faltan los indios. Pues no, ya que toda esta explotación minera no está exenta de que aparezcan alienígenas con sus leyes más antiguas, y en esta ocasión no serán cuatro apaches, siux, comanches, pies negros o cheyennes desarmados con miedo a los “cuchillos largo”.

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