Así será el despegue del SLS con astronautas
“Empieza la cuenta atrás, 15 minutos para el lanzamiento”. Es la voz que oirán los astronautas ya colocados en el módulo de lanzamiento; es una voz escogida que transmite serenidad en el momento adecuado.
Falta menos de un minuto para el lanzamiento y la tensión se palpitaba en la cabina de mando. Los electrocardiogramas que registran las secuencias de la actividad del corazón de los astronautas delatan un aumento de los latidos de este órgano. En los paneles digitales de mando las pantallas se abren y se cierran activamente indicando la proximidad del lanzamiento, también delatan cualquier anomalía que obligue a pulsar el botón de “abortar” durante el despegue. En ese hipotético caso cuatro toberas del sistema de aborto separarían el módulo con sus ocupantes del resto del cohete, eyectándolos con fuerza a la distancia necesaria para que se abriesen los paracaídas y aterrizasen a salvo. Una maniobra que no se ha experimentado nunca con astronautas a bordo.
Solo quedan escasos segundos y, entre el estruendo y las primeras vibraciones, se escucha la voz de la cuenta atrás: diez, nueve, ocho… El corazón de los astronautas se acelera aún más, la adrenalina se dispara:…siete, seis… los motores se activan cuando quedan seis segundos, se siente una sacudida hacia arriba adelante y luego hacia atrás al llegar a cero. Los ocupantes del módulo de mando se aferran involuntariamente a los posa brazos de sus sillones y apoyan con fuerza sus espaldas en los respaldos anatómicos de estos mientras respiran profundamente:… cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero. Todo vibra entre un gran estruendo al encenderse los motores principales. Todo empieza a moverse a 161 kilómetros por hora. Los astronautas sienten como sus cuerpos se aplastan y se hunden en sillones. Por los ojos de buey se ve cómo la estructura de la torre de lanzamiento pasa vertiginosamente quedándose atrás, o habría que decir allí abajo.
Son esos momentos en los que la resistencia física y psicológica es vital. El despegue del cohete ejerce la necesidad de soportar la fuerza de la gravedad con un peso de 3 G en los cuerpos, unos instantes que disparan las pulsaciones haciéndolas subir a 144 por minuto, mientras los astronautas se ven aplastados contra los asientos y todo vibra entre el rugido de los motores. Son momentos en los que la visión se torna borrosa, instantes que llegan a producir, en algunos astronautas, desvanecimientos.
La realidad es que la fuerza de la gravedad no es muy fuerte en el despegue, alcanza los 3 G, que es como si fuéramos en un vehículo por una carretera a 105 Km/h y frenásemos en seco, situación en la que alcanzaríamos esos 3 G. Es lo mismo que experimentamos en una montaña rusa del parque de atracciones. La verdad es que los astronautas alcanzan 7,6 G en la maniobra de reingreso a la Tierra, y si han sido pilotos de combate habrán llegado a experimentar hasta 9 G en las maniobras de evasión.
Los momentos de despegue son los más espectaculares y los que mayor turbación producen, se quiera o no se es consciente del peligro que se vive, de que algo puede fallar, que un error en la construcción del SLS puede producir que todo reviente en un trágico estallido. Hay temor, adrenalina que se desprende irremediablemente, dopamina que hace latir el corazón. Por mucho dominio de los nervios que se tengan es un momento de gran tensión psicológica.
El despegue es una maniobra que los astronautas han realizado cientos de veces en las cabinas de los simuladores donde han sentido el mismo ruido del ascenso y las mismas vibraciones. Pero nada puede engañar a la mente y ahora saben que se encuentran ante la cruda realidad, la partida de un cilindro de 3.000 toneladas y 117 metros de altura con una fuerza, en el momento del arranque, de 4.173 toneladas, equivalente a 34 Boeing 747 o 17.400 locomotoras, que produce una velocidad de escape de la Tierra de 11,2 Km/s o 40.320 Km/h. Características de los potentes cohete que llevan a los astronautas de regreso a la exploración lunar y marciana, el Space Launch System (SLS). Los astronautas saben perfectamente que ese gigantesco cohete lleva unos depósitos criogénicos con una mezcla de oxígeno e hidrógeno líquido a unas temperaturas de -183ºC y -250ºC, respectivamente, cuya explosión los desintegraría totalmente.
El lanzamiento sigue sus fases y por el ojo de buey las nubes pasan rápidamente, el cielo se oscurecerá o se aclarará brillantemente dependiendo de la hora del lanzamiento. El desprendimiento de los boosters de los costados se percibe como un crujido que aligera la nave y pone en marcha un nuevo impulso que empuja al complejo del SLS.
Son una serie de experiencias que los astronautas de este lanzamiento han vivido docenas de veces en los simuladores y algunos de ellos en anteriores lanzamientos.
Pese a la experiencia de los que habían despegado en otras ocasiones y los que era la primera vez, todos eran conscientes de que no están en un simulador, que en esta ocasión se están enfrentando a la auténtica realidad que provoca que el estrés y el temor estén presentes. Los ocupantes del Crew Module saben que estos momentos son reales, y que cualquier fallo desencadenaría una terrible tragedia.
Han transcurrido ocho minutos y el ingenio ha alcanzado los 188.293 kilómetros de distancia entrando en una órbita terrestre para el ensamblaje: Todos sienten que se despegan de los asientos, un lápiz empieza a flotar en el módulo. El SLS alcanza una velocidad de 30.000 km/h.
Así será el despegue del SLS con astronautas
“Empieza la cuenta atrás, 15 minutos para el lanzamiento”. Es la voz que oirán los astronautas ya colocados en el módulo de lanzamiento; es una voz escogida que transmite serenidad en el momento adecuado.
Falta menos de un minuto para el lanzamiento y la tensión se palpitaba en la cabina de mando. Los electrocardiogramas que registran las secuencias de la actividad del corazón de los astronautas delatan un aumento de los latidos de este órgano. En los paneles digitales de mando las pantallas se abren y se cierran activamente indicando la proximidad del lanzamiento, también delatan cualquier anomalía que obligue a pulsar el botón de “abortar” durante el despegue. En ese hipotético caso cuatro toberas del sistema de aborto separarían el módulo con sus ocupantes del resto del cohete, eyectándolos con fuerza a la distancia necesaria para que se abriesen los paracaídas y aterrizasen a salvo. Una maniobra que no se ha experimentado nunca con astronautas a bordo.
Solo quedan escasos segundos y, entre el estruendo y las primeras vibraciones, se escucha la voz de la cuenta atrás: diez, nueve, ocho… El corazón de los astronautas se acelera aún más, la adrenalina se dispara:…siete, seis… los motores se activan cuando quedan seis segundos, se siente una sacudida hacia arriba adelante y luego hacia atrás al llegar a cero. Los ocupantes del módulo de mando se aferran involuntariamente a los posa brazos de sus sillones y apoyan con fuerza sus espaldas en los respaldos anatómicos de estos mientras respiran profundamente:… cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero. Todo vibra entre un gran estruendo al encenderse los motores principales. Todo empieza a moverse a 161 kilómetros por hora. Los astronautas sienten como sus cuerpos se aplastan y se hunden en sillones. Por los ojos de buey se ve cómo la estructura de la torre de lanzamiento pasa vertiginosamente quedándose atrás, o habría que decir allí abajo.
Son esos momentos en los que la resistencia física y psicológica es vital. El despegue del cohete ejerce la necesidad de soportar la fuerza de la gravedad con un peso de 3 G en los cuerpos, unos instantes que disparan las pulsaciones haciéndolas subir a 144 por minuto, mientras los astronautas se ven aplastados contra los asientos y todo vibra entre el rugido de los motores. Son momentos en los que la visión se torna borrosa, instantes que llegan a producir, en algunos astronautas, desvanecimientos.
La realidad es que la fuerza de la gravedad no es muy fuerte en el despegue, alcanza los 3 G, que es como si fuéramos en un vehículo por una carretera a 105 Km/h y frenásemos en seco, situación en la que alcanzaríamos esos 3 G. Es lo mismo que experimentamos en una montaña rusa del parque de atracciones. La verdad es que los astronautas alcanzan 7,6 G en la maniobra de reingreso a la Tierra, y si han sido pilotos de combate habrán llegado a experimentar hasta 9 G en las maniobras de evasión.
Los momentos de despegue son los más espectaculares y los que mayor turbación producen, se quiera o no se es consciente del peligro que se vive, de que algo puede fallar, que un error en la construcción del SLS puede producir que todo reviente en un trágico estallido. Hay temor, adrenalina que se desprende irremediablemente, dopamina que hace latir el corazón. Por mucho dominio de los nervios que se tengan es un momento de gran tensión psicológica.
El despegue es una maniobra que los astronautas han realizado cientos de veces en las cabinas de los simuladores donde han sentido el mismo ruido del ascenso y las mismas vibraciones. Pero nada puede engañar a la mente y ahora saben que se encuentran ante la cruda realidad, la partida de un cilindro de 3.000 toneladas y 117 metros de altura con una fuerza, en el momento del arranque, de 4.173 toneladas, equivalente a 34 Boeing 747 o 17.400 locomotoras, que produce una velocidad de escape de la Tierra de 11,2 Km/s o 40.320 Km/h. Características de los potentes cohete que llevan a los astronautas de regreso a la exploración lunar y marciana, el Space Launch System (SLS). Los astronautas saben perfectamente que ese gigantesco cohete lleva unos depósitos criogénicos con una mezcla de oxígeno e hidrógeno líquido a unas temperaturas de -183ºC y -250ºC, respectivamente, cuya explosión los desintegraría totalmente.
El lanzamiento sigue sus fases y por el ojo de buey las nubes pasan rápidamente, el cielo se oscurecerá o se aclarará brillantemente dependiendo de la hora del lanzamiento. El desprendimiento de los boosters de los costados se percibe como un crujido que aligera la nave y pone en marcha un nuevo impulso que empuja al complejo del SLS.
Son una serie de experiencias que los astronautas de este lanzamiento han vivido docenas de veces en los simuladores y algunos de ellos en anteriores lanzamientos.
Pese a la experiencia de los que habían despegado en otras ocasiones y los que era la primera vez, todos eran conscientes de que no están en un simulador, que en esta ocasión se están enfrentando a la auténtica realidad que provoca que el estrés y el temor estén presentes. Los ocupantes del Crew Module saben que estos momentos son reales, y que cualquier fallo desencadenaría una terrible tragedia.
Han transcurrido ocho minutos y el ingenio ha alcanzado los 188.293 kilómetros de distancia entrando en una órbita terrestre para el ensamblaje: Todos sienten que se despegan de los asientos, un lápiz empieza a flotar en el módulo. El SLS alcanza una velocidad de 30.000 km/h.